jueves, 30 de diciembre de 2010

Martina

(Lola Gaos, "Furtivos")

Martina comulga como si fuera a recibir la extremaunción.

"Quiero hacer una película con un bosque y Lola Gaos"
. El germen de "Furtivos" (1975) es esa rotunda intención del director José Luis Borau. Había visto a la actriz en "Tristana" (1969) y consideraba que Lola Gaos, en su papel de Saturna, estaba muy por encima de Catherine Deneuve, Fernando Rey y Franco Nero. A partir de esa idea comenzó a escribir, junto con Manuel Gutiérrez Aragón, la que se convertiría en una de las películas más duras, exitosas, controvertidas y duramente atacadas del cine español. Hoy en día, una vez que el tiempo ha conseguido separar mejor el grano de la paja, nos queda una obra maestra, una soberbia lección narrativa, algunas interpretaciones (incluida la del propio Borau como gobernador civil) para enmarcar y una escena tan brutal como, bajo mi punto de vista, lamentable e innecesaria: la muerte real de un animal, apaleado por la protagonista.
Supongo que Lola Gaos hubiera triunfado plenamente en Hollywood como una excelente actriz de reparto, al estilo de Thelma Ritter, Anna Lee, Mildred Natwick o Anne Revere, por citar a cuatro grandes intérpretes del teatro y del cine que poseían, además, características físicas muy apropiadas para determinados papeles. La actriz valenciana, pese a su tremenda calidad interpretativa, la dureza de su rostro y su grave y rasgada voz, pocas veces encontró en España a un cineasta capaz de inventarse personajes apropiados para sus recursos.
En "Furtivos" se pone en la piel de una mujer que se nos quedará grabada para siempre en la retina por muy olvidada que tengamos la película. Si los personajes de ficción pudieran cobrar vida por el alma y el esfuerzo que han puesto sus intérpretes, creo que su Martina sería uno de los que podría traspasar esa dimensión.
Martina es una mujer de carácter agrio y autoritario que vive con su tímido hijo Ángel (Ovidi Montllor) en una casona situada en pleno monte. Por los desvencijados letreros en la fachada sabemos que es algo parecido a una taberna, lo suficientemente cerca del pueblo como para que algunos vecinos acudan a jugar al tute mientras toman unos vinos. Martina se ocupa de las labores domésticas, del huerto y de hacer comidas para los visitantes ocasionales, mientras que Ángel "El Alimañero" es un furtivo que conoce a la perfección el bosque segoviano y se dedica a cazar para vender las pieles en los pueblos de la zona.
Ambos llevan una vida un tanto al margen de las leyes sociales y, en algunos casos, parecen más adaptados a las normas del mundo animal en el que conviven. Ella sugiere a veces la figura de una loba: posesiva, territorial y protectora con su hijo. Mantienen una relación incestuosa -o al menos es lo que sugieren algunas escenas- en la que la madre actúa de forma dominante ante la sumisión de su cachorro. 

Martina, con el gobernador civil.

Es mujer de pocas palabras y su mirada se asemeja a la de un depredador que vigila los peligros del mundo exterior, ya sean guardias que puedan interferir en la actividad ilegal de Ángel o mujeres que enturbien el extraño mundo que ha creado con su hijo.
En su primera aparición en pantalla, Martina observa desde lo alto del monte la llegada del autobús de línea, pero su hijo, que ha estado en la feria de la capital, no viene. Su mirada es tan dura e inexpresiva que no sabemos cuándo ha pasado de la expectación a la decepción: de vuelta a casa le pega una patada al perro, que no para de ladrar.
Del marido, si lo hubo, no sabemos nada. Ella amamantó de pequeño (de nuevo otra referencia a la loba) al gobernador civil de la provincia, un tipo que acude a la casa de Martina con escolta, funcionarios y coche oficial para probar las calderetas y cazar ciervos. Es como un niño repelente que se enrabieta cuando no le salen bien las cosas. Pero siente un afecto muy especial por aquella mujer que le cuidó de pequeño.

- De niño no había quien me arrancara de ella.
- Así me dejaste, mamón.

Martina le guarda mucho cariño y apreciamos cierta actitud servil en su comportamiento, pero en absoluto es por sumisión al poder; a los demás altos cargos que le acompañan en la cacería, sobre todo al secretario, les muestra un desprecio apenas disimulado.
Ángel llega al día siguiente con Milagros (Alicia Sánchez), una joven que se había escapado de un convento para reunirse con su novio, un delincuente a quien llaman El Cuqui (Felipe Solano). Martina se siente ofendida y celosa, como si ella fuera la esposa de Ángel y tuviera que aceptar la llegada de una amante. Ni le saluda ni pregunta quién es. Durante el desayuno, la madre (que bebe un coñac barato incluso a horas tempranas) se dirige a la joven a través de su hijo: "¿Le dará asco?", pregunta cuando derrama en un tazón un cuenco de leche con una espesa capa de nata.

Ángel y Milagros, con tazones de leche; Martina prefiere el coñac barato.

Desde el momento en que Milagros entra en esa casa, el objetivo de Martina será echarla de su hogar y recuperar la relación con su hijo, a quien abofetea sin más como si le culpara de una infidelidad. Pero antes tiene que sufrir una humillación inesperada: Ángel entra en el dormitorio (el único de la casa) y echa violentamente a su madre de la cama. La escena es de una ferocidad inigualable gracias a la resistencia animal que opone ella, agarrada con fuerza y desesperación a las barras de la cabecera, mientras su hijo trata de arrastrarla fuera de la habitación.

La escena más polémica de la película, la que movilizó a sociedades protectoras de animales y causó un gran escándalo, arranca con Martina en la cocina, bebiendo su coñac y ahogando sus lágrimas. De repente escucha aullar a la loba que había encadenado el día anterior bajo un puente, tras capturarla al caer en una trampa de su hijo. Ciega de rabia, baja al río y golpea con furia al animal, que muere apaleado brutalmente. La suave música que acompaña añade una pincelada más siniestra aún a ese escalofriante momento.
Martina había desvelado a su ahijado, el gobernador civil, el paradero de Milagros y la Guardia Civil no tarda en detenerla por escaparse del convento. Ángel tiene que casarse con ella para recuperarla. Durante la boda, la mirada de la madre es extraordinaria; parece una esposa despechada que tiene que resignarse a compartir el marido. Hay algo en los ojos de Lola Gaos que resulta fascinante: no necesita gesticular ni arquear las cejas para transmitir múltiples sensaciones.
Martina parece aceptar la situación definitivamente. Habla mucho más con su nuera, pero al mismo tiempo apreciamos que su instinto agresivo sigue latente: cuando ambas trabajan en el huerto, la madre lleva una pequeña azada en la mano y parece calcular cómo podría matar a Milagros, que está agachada de espaldas a su suegra, de un golpe certero.
La llegada de El Cuqui, el antiguo novio de Milagros, devuelve la esperanza a Martina de recuperar la vida normal que llevaba antes. A través de la ventana descubre, feliz y sonriente, que ambos se besan. Más tarde escucha la conversación que mantienen, en la que la joven declara que está dispuesta a marcharse con ese chulo. Pero la presencia del gobernador civil y de los guardias que le escoltan frustran sus esperanzas: El Cuqui tiene que escapar solo, a Ángel le encargan que lo busque por el monte y Milagros, que ha jugado con su esposo y su amante, se queda en la casa. "Así es que te quedas. Ayer te ibas y hoy te quedas", le reprocha.
José Luis Borau no quiso mostrar en ningún momento la muerte (al menos humana) en la película. La desaparición de Milagros no se ve en la pantalla, pero tampoco hace falta: Martina le manda a por patatas en el huerto más pegado al arroyo y cuando la observa por la ventana sabemos que la tragedia se está fraguando en ese momento. A su hijo le cuenta que ha huido. Actúa por instinto animal, para recuperar su vida anterior y su posición como "líder de la manada". Bajo esa perspectiva, su proceder criminal no es inmoral, simplemente ha hecho lo que una loba (hembra alfa, según la jerarquía de esta especie) hubiera hecho.
Por la noche, con un Ángel angustiado y entristecido, ella despliega su energía, su cariño y sus encantos. "Menos mal que estoy aquí. ¿Qué sería de ti sin mí, pobrecito? Estamos mejor así, los dos solos, como siempre". Él se deja desnudar y acariciar, de nuevo impotente e indefenso, hasta que se rebela tras un lascivo y ridículo comentario maternal ("¡Si se te ve el pajarito!", le suelta mientras se ríe de forma escandalosa).
El hijo se comporta igual que su madre. Si ella mató brutalmente a la loba que tenía encadenada, él descarga su ira disparando contra el hermoso ciervo "cinco estrellas" que parecía estar reservado a su hermano de leche, al gobernador.
Ángel descubre que Milagros no se hubiera marchado sin su pequeña caja de los tesoros y sabe que su madre la ha asesinado. Martina está al borde la tragedia. Su hijo le ordena que acuda a misa al día siguiente y ella seguramente intuye entonces que tendrá que estar en paz con Dios. Cuando el cura (Ismael Merlo) le ofrece la hostia durante la comunión, ella siente como si estuviera recibiendo la extremaunción.
Esperando la muerte.
Si no vemos el asesinato de Milagros a manos de su suegra, tampoco contemplamos el momento en que Martina cae sobre la nieve. Cuando salen del pueblo y se dirigen a casa a través del bosque, ella abre el camino, esperando escuchar en cualquier momento algo que la detenga para siempre. Ha salido de misa pero sigue rezando.

- ¡Espere!
- ¿Qué vas a hacer conmigo?
- Ya lo sabe usted.
- Pues hazlo pronto, jodido.

La última imagen que tenemos de Martina es un rostro seco, unos ojos que invaden la pantalla y un cuerpo que, después de tantos años luchando, va a terminar de sufrir por fin. "Concédeme una buena muerte", rezaba días antes, cuando Ángel la expulsó de la habitación. Quizá era esa, a manos de su hijo, su muerte soñada.

La película

- "Furtivos" sigue siendo, hoy en día, con más de 3,5 millones de espectadores, una de las quince películas del cine español más vistas en las salas comerciales. No fue un hito en su día, ya que "No desearás al vecino del quinto" (1970) o "La ciudad no es para mí" (1970) superaron los cuatro millones de espectadores.
- José Luis Borau tuvo que emplearse a fondo contra la censura franquista, que intentó eliminar numerosas escenas. El director aragonés se las ingenió para mantener la figura corrupta del jerarca franquista que él mismo interpretaba, así como las escenas de desnudo, unas cuantas palabras malsonantes, las insinuaciones de incesto y la escena de la muerte del lobo.
- El cineasta fue duramente atacado por fuerzas de la derecha y de la izquierda, en este caso porque la película tuvo diferentes interpretaciones ideológicas. Agustín Sánchez Vidal recoge, en su libro "Borau", que recibió numerosas amenazas.
- No obstante, el principal quebradero de cabeza para el director fue la escena del lobo apaleado hasta la muerte, por la que recibió muchísimas críticas. Borau repitió muchas veces que el animal estaba enfermo en fase terminal y que hubo un veterinario permanente para supervisar las escenas, sobre todo aquellas en las que aparecia un perro similar, para que no sufriera.
- Ovidi Montllor se rompió un dedo durante la escena en que echa de la cama a Lola Gaos y se lo tuvieron que escayolar, aunque cuando era preciso le quitaban el yeso para que no se notara en la película.
- La película sirvió para que muchos espectadores, críticos y cineastas se dieran cuenta de la tremenda calidad interpretativa de Lola Gaos, que estaba muy lejos de ser la "bruja" que parecía ser en la pantalla. Quienes la conocieron aseguran que era una mujer encantadora y simpática, además de muy comprometida, sobre todo en la lucha contra el franquismo.

6 comentarios:

  1. Excelente arículo, que nos hemos permitido enlazar desde el facebook, con la noticia de la triste muerte de Borau. Ehnorabuena

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    1. Gracias, me alegro mucho de que os haya gustado. Vaya fin de semana más triste, con la muerte de Borau y hoy la de Tony Leblanc. Saludos

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    2. No sé cómo puedes tener un perro en la foto de perfil y llamar "buena persona" a Lola Gaos. De verdad, no lo entiendo...

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    3. Yo sí que no entiendo tu pregunta, Lostie Dixon. Pero te responderé como dijo Alfredo Landa en La vaquilla: ¿qué tienen que ver los cojones con el trigo?

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    4. Por si no lo sabes, Lola Gaos asesinó a un perro en la película Furtivos. Sin trampa ni cartón, lo mató en directo.

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    5. Hola, Lostie: Como veo que no te lo has leído, te cito lo que pongo en mi artículo:
      "Hoy en día (...) nos queda una obra maestra, una soberbia lección narrativa, algunas interpretaciones (incluida la del propio Borau como gobernador civil) para enmarcar y una escena tan brutal como, bajo mi punto de vista, lamentable e innecesaria: la muerte real de un animal, apaleado por la protagonista".
      También incluyo esto:
      "El principal quebradero de cabeza para el director fue la escena del lobo apaleado hasta la muerte, por la que recibió muchísimas críticas. Borau repitió muchas veces que el animal estaba enfermo en fase terminal y que hubo un veterinario permanente para supervisar las escenas, sobre todo aquellas en las que aparecia un perro similar, para que no sufriera".
      Dicho todo esto, insisto: me parece brutal la escena, es insoportable, pero eso no significa que Lola Gaos fuera una mala persona ni que yo tenga que quitarme la imagen de mi perro del avatar.
      Saludos

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