Holland lleva la batuta de la orquesta y de la película. |
"Mire a su alrededor: No hay una sola vida en esta sala en la que usted no haya influido. Todos nosotros somos mejores personas gracias a usted. Somos su sinfonía, señor Holland. Somos las melodías y las notas de su concierto. Somos la música de su vida"
Glenn Holland, compositor frustrado, profesor de Música, hombre insatisfecho, parece una mezcla perfecta entre Charles Edward Chipping ("Adiós, Mr. Chips", 1939 y 1969) y George Bailey ("¡Qué bello es vivir!", 1946). Del primero recoge su profesión, obviamente, su buen corazón, sus indecisos comienzos, un drama personal y el cariño de sus alumnos. Del personaje que encarnó James Stewart (y que comenté hace unos días) absorbe su permanente frustración por algo inalcanzable, su desdichada felicidad (la tiene pero no la reconoce), su relación amorosa a prueba de obstáculos y ese masivo reconocimiento final de familiares, estudiantes y colegas. Cuando cientos de alumnos y profesores le tributan un emotivo homenaje en el auditorio del instituto John F. Kennedy, uno cree estar ante una versión musical de la escena final de "¡Qué bello es vivir!".
"Profesor Holland" ("Mr. Holland's Opus", 1995), dirigida por Stephen Herek, plantea un recorrido de treinta años por la vida de un hombre que se metió en la enseñanza de modo provisional hasta que pudiera convertirse en un famoso compositor. Durante ese tiempo (de 1965 a 1995) apreciamos la vertiginosa evolución de la sociedad norteamericana en contraste con la lenta progresión del protagonista, quien sólo parece haber aprendido una cosa a lo largo de tres décadas: la enseñanza era su pasión y no lo supo hasta el final.
Holland está anclado en una dimensión temporal (o en una burbuja) diferente, donde las transformaciones sociales no le afectan. Él manifiesta siempre las mismas inquietudes, frustraciones y anhelos, desde una posición liberal y permisiva, como si desde el comienzo estuviera unas décadas por delante de los demás. Glenn Holland (Richard Dreyfuss) se apasiona hablando de Bach y Beethoven, pero defiende el rock y lo que está por venir. No comparte la estricta moralidad académica de los años 60, aunque tampoco es un adalid de las libertades, al menos como podría serlo su colega John Keating (Robin Williams, "El club de los poetas muertos", 1989).
La película tiene los suficientes requisitos como para convertirse en una historia entrañable, nostálgica, reflexiva y emocionante. Y de algún modo lo es, aunque uno echa en falta un mayor equilibrio en el peso de los personajes a lo largo de los años. Si en "Adiós, Mr. Chips" (la de Robert Donat y la de Peter O'Toole), seguimos con mucho interés las historias paralelas de varios alumnos bien perfilados e identificables, con sus dramas y alegrías que nos emocionan, en la película de Herek esas historias pierden interés y continuidad; realmente no nos llegan -quizá con la excepción de Rowena (Jean Louisa Kelly)- al corazón.Al comienzo de la película descubrimos ya las principales claves del personaje: es un tipo insatisfecho porque quiere abarcar más de lo que puede. Escribe una sinfonía (la llama "Sinfonía Americana"), pero su creatividad se atasca. El día en que empieza su trabajo como profesor de Apreciación Musical parece más bien un alumno quejica por tener que levantarse. Su mujer Iris (Glenne Headly) le anima como si fuera su madre. Deambula por el centro escolar como un colegial despistado: no reconoce a la directora Jacobs, que lo contrató (Olympia Dukakis), no sabe dónde está su clase y se pone en la fila de los alumnos en el comedor hasta que Bill Meister (Jay Thomas), el profesor de Educación Física, le advierte que un profesor no espera, no hay democracia en el instituto.
Holland es, por lo demás, un hombre responsable de su trabajo, pese a que no le guste la enseñanza y a que es un hombre imperfecto. Quizá por ello sea tan creíble el personaje. Desde el principio se queda asombrado por la falta de interés de sus alumnos hacia la música. No consigue conectar con ellos para convertir la clase en un momento atractivo y apasionante. "Se supone que tocar música debe ser algo divertido. Trata sobre el corazón, sobre los sentimientos, sobre motivar a la gente, es algo hermoso. No es simplemente unas notas en una página".
El profesor disimula su horror ante el pésimo nivel de sus alumnos. |
Pero casi al final de su primer curso se produce el milagro. Cansado de los silencios, de los bostezos, de las miradas de incomprensión, de esa atmósfera plomiza que se respira en su aula y de sentirse fracasado, cambia de táctica y comienza a preguntarles a sus alumnos qué música les gusta. "El rock&roll" es la respuesta casi unánime. Holland toca al piano "A lover's concerto", un tema moderno que está de moda ese año, y les pregunta de quién es. "The Toys", es la respuesta. El profesor interpreta entonces el "Minueto en Sol", de Johann Sebastian Bach: es la misma música. En pocos minutos ha conseguido lo que no pudo lograr en seis meses de curso, despertar la pasión de sus estudiantes por la música, aunque sea a través del rock, algo que escandaliza al subdirector Wolters (William H. Macy):
- El rock&roll, por su propia naturaleza, es el fin de la disciplina.
- ¿Y qué quiere usted que haga? ¿Negar que existe?
- Lo que le pedimos es que debería potenciar a los clásicos: Brahms, Mozart, Stravinsky...
- Stravinsky fue el músico de la Revolución rusa, si se refiere al fin de la disciplina.
Holland descubre algo muy importante: enseñar también significa escuchar, saber qué quieren los alumnos. Le ocurre con Gertrude Lang (Alicia Witt), una joven obsesionada por su falta de talento y su incapacidad para tocar el clarinete, en contraste con su artística familia. Tras muchos meses de infructuoso aprendizaje, el profesor da con la clave para ayudarla:
- Cuando se mira al espejo, ¿qué es lo que más le gusta ver?
- Mi pelo.
- ¿Por qué?
- Bueno, mi padre siempre dice que le recuerda una puesta de sol.
- Toque esa puesta de sol. Cierre los ojos. Uno, dos, tres, cuatro...
A pesar de sus avances, Holland no parece darse cuenta de que esa va a ser la clave de su felicidad. La directora Jacobs le reprocha su falta de entusiasmo y de compromiso hacia la enseñanza. Parece agobiado por su falta de tiempo para progresar en su sinfonía e incluso se quedará contrariado cuando Iris le anuncie que va a ser padre, como si fuera otro obstáculo más en su propósito vital. Todo lo que emprende parece ser provisional, como dar clases de conducir durante el verano para conseguir más ingresos; pero los años pasarán y él seguirá siendo instructor de autoescuela y no dejará de encontrarse con alumnos especiales a quienes debe proporcionar el estímulo adecuado, como Louis Russ (Terrence Howard), a quien le enseña en tiempo récord cómo llevar el ritmo y cómo tocar el bombo.
Glenn Holland, cuando se entera de que va a ser padre. |
Nace su hijo Cole (llamado así en honor a Cole Porter) y Glenn parece haber encontrado a su perfecto discípulo. Le sienta en sus rodillas ante el piano, le pone discos y le habla de los mejores músicos. Pero cuando Iris descubre que el niño sufre una sordera del 90%, él no aceptará la realidad. Es un golpe durísimo, sobre todo para su ego. En la magistral escena (Richard Dreyfuss está realmente sublime) en que Holland habla a sus alumnos de Ludwig van Beethoven, de su sordera y de su empeño para seguir escribiendo música, en realidad está hablando de su drama personal y apenas puede contener la emoción.
El tiempo pasa deprisa. El mundo se transforma con la guerra de Vietnam, el movimiento hippie, los Beatles y las agitaciones sociales en busca de un mundo mejor. Cole crece en silencio, Iris se vuelca en su compañía, impotente ante su sordera, y Holland se compadece de sí mismo, recreándose en una desgracia que cree suya. Su hijo necesita de sus padres un gran esfuerzo para su aprendizaje, mediante el lenguaje a través de signos, pero sólo Iris está dispuesta a ese sacrificio. Glenn parece resignado a tener un niño con el que no pueda comunicarse y se ampara en los consejos de un médico, quien les recomienda no someter al niño a ninguna enseñanza especial. "¡Quiero hablar con mi hijo! No me me importa lo que cueste, no me importa lo que ese médico estúpido crea que esté bien o mal. ¡Quiero hablar con mi hijo!", le grita Iris a su marido por primera vez.
Conforme pasan los años vemos a un Holland más autoritario y seguro de sí mismo en el instituto. No le importan demasiado los cambios que se están produciendo a gran velocidad, sino que sus alumnos sepan apreciar la música como un elemento importante más en sus vidas. Un día descubre la prodigiosa voz de Rowena Morgan, una joven que comparte con él su absoluta pasión por la belleza y la emoción de la música. Rowena se enamora de Glenn y éste se da cuenta de que esa situación le está poniendo ante un delicado dilema por primera vez en su vida: si se marcha con ella a Nueva York es muy posible que alcanzará esa felicidad soñada, al lado de alguien que aprecia y comparte profundamente su sensibilidad.
La bella joven está llamando a su corazón, además, en uno de sus peores momentos familiares: Iris le recrimina que se ocupe más de los alumnos que de su propio hijo y, de hecho, Glenn se ha desentendido mucho de Cole, de forma que apenas entiende y practica los signos para comunicarse con él. En contraste, su esposa aparece más vieja, cansada y descuidada que esa encantadora muchacha.
Rowena representa la felicidad utópica de Holland. |
Holland renuncia al idealismo y a la supuesta felicidad en compañía de Rowena y se queda con Iris, que se ha dado cuenta de esa historia sentimental, sufriendo en silencio sin posibilidades de competir. "Te quiero", le despierta él por la noche. "Lo sé", responde ella radiante.
A Glenn sólo le falta ganarse a su hijo, ya crecido (Joseph Anderson), para darse cuenta de que la felicidad a la que aspira la tiene más cerca de lo que siempre ha creído. Cole da un gran paso cuando le reprocha a su padre que le desprecie por suponer que no le importa nada la muerte de John Lennon, que ha conmocionado a todo el mundo. El diálogo que mantienen, traducido por Iris, es una auténtica lección para el profesor y se la da precisamente el alumno que nunca tuvo:
- Yo nunca dije que fueras estúpido.
- Pero debes pensarlo si crees que no sé quiénes son los Beatles o cualquier otro músico. ¿Crees que no me importa lo que haces o lo que te gusta? ¡Tú eres mi padre! Me podrías ayudar a conocer mejor la música, pero te preocupas más por otros que por mí. (se va dedicándole un gesto).
- Iris, ¿qué significa ese gesto?
- Significa "capullo".
La respuesta de Glenn es ejemplar. Acude con más regularidad al centro de sordomudos para aprender a comunicarse con rapidez y ofrece a la directora la posibilidad de dar un concierto, combinado con luces que marquen la música para que puedan seguirla todos. Una vez en el escenario, Holland le dedica a su hijo la canción de John Lennon "Beautiful boy". Es uno de los momentos más hermosos de la película. Glenn no sólo parece cantarle a Cole, sino también a sí mismo: "La vida es aquello que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes". Eso es, precisamente, lo que le estaba ocurriendo al profesor Holland hasta ese momento.
El mundo sigue girando a gran velocidad. Glenn, con sesenta años, vio castigar a colegialas por llevar faldas que casi mostraban las rodillas y ahora ve a parejas gay por la calle. Todo está cambiando, incluso los planes del instituto. Gene Wolters, director desde la marcha de Jacobs, le anuncia que, debido a recortes educativos, ha decidido prescindir de su asignatura. Eso significa que está en la calle. "Tengo 60 años, Gene, ¿qué clase de recomendación me va a escribir? ¿una para la morgue?".
Tras luchar por su puesto de trabajo sin éxito, visita por última vez el aula donde ha estado trabajando durante treinta años. Un Cole ya adulto (Anthony Natale) e Iris le acompañan en su despedida. De repente, se vuelve molesto por escuchar ruidos en el auditorio y cuando abre la puerta descubre a cientos de personas, alumnos nuevos y de otras épocas, profesores y amigos, que le han preparado una gran fiesta de homenaje.
Holland, con su hijo Cole, Iris y su colega Meister, durante el homenaje. |
Los brotes de emoción de Richard Dreyfuss parecen absolutamente reales en esta lacrimógena escena. Su antigua alumna Gertrude Lang, aquella que era incapaz de tocar el clarinete, es ahora una figura política importante y se encarga de presentar el acto de reconocimiento al hombre que influyó en tantas vidas. Será ella quien le diga, delante de todos, lo que tenía que haber escuchado hace años: es más rico de lo que pudiera soñar jamás y no ha desperdiciado su vida en absoluto. Y por primera vez puede escuchar una parte de esa sinfonía que iba a hacerle famoso, interpretada por alumnos de todas las generaciones.
Esa es verdaderamente su obra, como la de tantos y tantos profesores en el mundo que alguna vez en sus vidas se sintieron tan vacíos como Glenn Holland, sin poder comprender cuál fue su verdadero logro: convertir en grandes personas a miles y miles de jóvenes desorientados. Con sus defectos e imperfecciones, la huella que deja Holland es semejante a la de otros muchos maestros en el mundo... y, de algún modo, es también su película.
La película
- "Profesor Holland" es, en la actualidad, una de las películas más apreciadas como ejemplo de estrategia didáctica. Dentro del subgénero de "cine de profesores" (si se puede calificar así), el personaje de Glenn Holland es también uno de los más valorados.
- El compositor Michael Kamen, autor de numerosas bandas sonoras, entre ellas la de esta película, y fallecido en 2001, fue el autor de la "Sinfonía Americana" que el protagonista sueña con terminar algún día.
- Nicolas Cage, por su papel en "Leaving Las Vegas", se llevó el Oscar al Mejor Actor de 1995, premio al que optaba Richard Dreyfuss.
- La película parece un oasis en la decepcionante carrera de Stephen Herek, que dirigió filmes tan dispares como "Somos los mejores", "101 Dálmatas, más vivos que nunca", "Las alucinantes aventuras de Bill y Ted" o "El gurú".
- Richard Dreyfuss, el inolvidable Matt Hooper de "Tiburón", también sufrió una trayectoria irregular. Ganador de un Oscar por "La chica del adiós" (1977), su adicción a las drogas y su dolencia depresiva (trastorno bipolar) han perjudicado su carrera cinematográfica.
muy buena película
ResponderEliminarMe alegro de que te guste, coincido contigo. Un saludo.
ResponderEliminarhola. necesito las decadas historicas de esta pelicula. gracias . marianela :)
ResponderEliminarHola Marianela: La historia de la película comienza en 1965 y termina en 1995. Saludos
ResponderEliminarquiero saber algo sobre Joseph Anderson, el actor que interpreta a Cole a los 15 años, me enamore!
ResponderEliminarHola. Lo lamento, pero no he podido encontrar nada sobre la vida de este actor. En www.imdb.com pone que en 2002 participó en otra película (Eliminado, Whacked!) y ya no hizo más cine. Era sordo, seguro, porque en la película todos los que hacen papeles de sordos lo eran en la realidad.
ResponderEliminarSaludos
esta película inspiro mi corazón ya que yo estoy estudiando para ser maestro yo estudio en la escuela normal superior de cartagena de indias y esta película me enseño mucho a mi y a mis amigos
ResponderEliminares una maravillosa lección sobre la educación, sobre la vida y sobre la felicidad. Ojalá todos los maestros sean así. Saludos, Juan Manuel.
EliminarNecesito saber qué significado se le puede atribuir a la “ Sinfonía Musical Americana” compuesta por Mr. Holland´s
ResponderEliminarHola, Harry houdini. Supongo que tiene que ver con la ambición juvenil, con esas ganas de abarcarlo todo, de comerse el mundo, que tienen los jóvenes cuando empiezan algo. El título ya es de por sí pomposo: "Sinfonía americana". Es como si Glenn Holland quisiera escribir e interpretar la esencia de la música americana, lo mejor de lo mejor. Y cuando pasa el tiempo es incapaz de completarla.
ResponderEliminarSaludos
muchas gracias
EliminarEs una excelente película,
ResponderEliminarMe encanto ver la.
Coincido plenamente. Saludos
Eliminarparece que la pelicula habla de mi vida. como he llorado vale la pena ser maestro vale la pena enseñar, vale la pena cambiar las vida con musica. Banda Marcial Emmaus adelante.......
ResponderEliminarMuy buena información. Excelente
ResponderEliminarchoto
ResponderEliminarno me sirvio de una mierda pa la poxima mira la pelicula no seas como yo
ResponderEliminarUna película conmovedora. La llegué a ver una sola vez por televisión, en esos mismos años 90 pero no supe ni siquiera su título. Solo recordaba la escena que surje a raiz de la muerte de Lennon... Así estuve perdido hasta hoy que vengo por acá. ¡Te agradezco un mundo! Si Dios me permite hablar de ella en tigrero, tu blog aparecerá en los créditos.
ResponderEliminar