domingo, 13 de febrero de 2011

Araminty Brown

(Anne Revere, "Fuego de juventud")

La maravillosa señora Brown.

"Fuego de juventud" ("National Velvet", 1944) de Clarence Brown, es una excelente película que, a simple vista, parece realizada con el propósito de lanzar la carrera de Liz Taylor y relanzar la de Mickey Rooney. Ella, con apenas doce años, se convirtió en una nueva estrella infantil, mientras que el actor trataba de quitarse la etiqueta de adolescente para acomodarse en papeles más maduros. Ambos están magníficos, pero la protagonista más fascinante de este film es la extraordinaria Anne Revere, que encarna, para mí, a la madre más inolvidable de la historia del cine.
Ese rol matriarcal no era nuevo para ella y a lo largo de su carrera lo repitió en diversas ocasiones. Fue la madre de Gregory Peck en "La barrera invisible", de John Garfield en "Cuerpo y alma" y de Jennifer Jones en "La canción de Bernadette". En 1951 se acogió a la Quinta Enmienda y rehusó testificar ante el tenebroso Comité de Actividades Antiamericanas. Sin duda, un gesto muy acorde con la honestidad e integridad que transmitió a muchos de sus personajes, pero, como represalia, Anne Revere estuvo veinte años sin poder actuar en el cine.
En "Fuego de juventud" es la madre de Velvet (Elizabeth Taylor), Edwina (Angela Lansbury), Mally (Juanita Quigley) y Donald (Jackie "Butch" Jenkins, otro ídolo infantil que a los once años dejó para siempre el cine). La señora Araminty Brown, que ayuda a su esposo en la carnicería y lleva las cuentas del negocio y de la casa, no necesita alzar la voz para imponer su juiciosa autoridad a sus hijos. Cuando aparece en pantalla, durante la cena familiar a la que ha sido invitado el joven vagabundo Mi Taylor (Mickey Rooney), ella sólo habla cuando es necesario. Basta un gesto suyo para que el pequeño Donald ponga fin a sus protestas, lo que su marido, Herbert Brown (un magnífico Donald Crisp) no había conseguido pese a sus reprimendas.
Es una mujer con un extraordinario sentido de la justicia y de la honestidad; posee un trato firme pero tan agradable y flexible que no necesita establecer normas estrictas. Su rostro parece duro, pero transmite dulzura cuando sonríe o mira a los ojos. Y su manera de hablar, pausada, lánguida y cordial, impide cualquier atisbo de tensión familiar.
Durante ese momento de la cena se aprecia que sabe perfectamente lo que tiene que hacer en cada momento por el bien de todos. A su marido le advierte que Edwina ha salido por primera vez con un chico y, por ello, no debe burlarse de su hija; ella es la primera en darle de comer a escondidas al perro, una práctica que todos repetirán, incluido el propio Herbert, pese a que éste lo ha prohibido, como una norma familiar que nunca se cumple. Quizá porque, por encima de las normas, está el sentido común, más acorde con la personalidad de Araminty.
La señora Brown comprende de inmediato que Velvet siente simpatía por aquel joven, a cuyo padre ella conoció tiempo atrás, y cuando está a punto de marcharse para seguir su camino le ofrece que duerma esa noche en el establo. "El chico no debe viajar de noche, señor Brown". Lo mejor de todo es la forma que tiene de decirlo: es una sugerencia más que una orden y nadie la discute. Cuando observa a Herbert para recibir su aprobación, su mirada es abierta y sincera, dejando claro que ni ella ni él se están desautorizando. (A lo largo de la película comprobamos que sus opiniones siempre prevalecen, pero ella jamás se jactará de ello). Sus ojos se vuelven hacia el chico para ofrecerle, de nuevo, el pastel que antes había rechazado y que ahora sí va a probar. La escena es un prodigio de interpretación de Anne Revere por la naturalidad de sus gestos, su mirada y la armonía que transmite.

La señora Brown atiende a su impetuosa hija.

La felicidad de los suyos es su propia felicidad. Observa complacida cómo Edwina entra en casa medio hechizada por el primer beso que ha recibido. A su sorprendido marido le da las explicaciones justas: "Un chico. Está en la edad, no le digas nada". Su sentido de la justicia es notable: Herbert acepta contratar a Mi Taylor para que le ayude, pero propone pagarle siete chelines. "Diez chelines es lo justo, tiene que vestirse y tiene que ahorrar", le aclara.
A menudo son pequeños detalles los que avalan la perfecta actuación de Revere. En su habitación, mientras se peina durante un buen rato, con una paciencia exquisita, atiende a la inquieta Velvet con pasmosa tranquilidad y, sin mirarla siquiera, le aparta las manos para que no se coma las uñas: es un gesto de madre, un gesto de gran actriz.
La señora Brown es discreta pero siempre está al tanto de lo que ocurre. En ocasiones parece una mujer de enorme sabiduría. Entiende que a su marido no le gusta el chico, pero no se pone a discutirlo. Ella nunca discute, solo expone sus puntos de vista, que se imponen por ser los más adecuados.
- ¿Puedes garantizarme que en él no hay algo de mentira y trapicheo?
- Por supuesto que lo hay, pero la bondad no tiene sentido si no hay algo de maldad que superar.
Y dicho eso, sonríe mientras él la acaricia con cariño. Herbert sabe que su esposa tiene siempre las respuestas más adecuadas para sus dudas.
Otro de los rasgos extraordinarios de esta mujer es, como decía antes, su flexibilidad para afrontar todas las situaciones. Ella lo observa todo con desapasionada atención y cuando llega el mejor momento emite un juicio razonable. Y a pesar de su mesura, prudencia y exquisitez en sus opiniones, incluso la insensatez y algunos gramos de locura tienen cabida en su abierta mente.
Velvet ha inscrito a su caballo Pie (de Piebald) en el Grand National, la prueba hípica más importante en el Reino Unido. Lejos de reprocharle que haya actuado por su cuenta, o de calificar como un disparate su sueño, la madre quiere saber lo que costará la inscripción y todas las condiciones para participar en la carrera. "Dime, Mi, ¿qué hay de malo en una locura?", le replica al chico, que sí se ha escandalizado ante la idea.
A su hija le enseña en el desván recortes de prensa de cuando ella era una joven nadadora y quiso cumplir el sueño de cruzar el Canal de la Mancha. Araminty piensa que todo el mundo tiene derecho a cometer una locura en su vida, como ella lo hizo en su juventud. "Pronto empiezas a soñar. Recuerda, Velvet, que ese sueño debe durar toda tu vida", le anima, poco antes de entregarle el dinero que ella ganó años atrás como premio al cruzar el canal.

Liz Taylor y Mickey Rooney, en una escena de la película.

De repente, en apenas un minuto, le da a su hija una lección magistral sobre la vida. Es un discurso sencillo, pero emotivo y profundo a la vez. Es un maravilloso regalo que le brinda con absoluta naturalidad:

"Ganar o perder es lo de menos, lo que cuenta es cómo lo tomes; saber cuándo hay que abandonar, saber cuándo hay que pasar a lo siguiente. Todo tiene su momento, Velvet. Disfruta de cada cosa, olvídala y pasa a la siguiente. Hay tiempo para todo. Tendrás tiempo para que tu caballo participe en el Grand National, para enamorarte y para tener hijos. Incluso para morir. Todo por su orden y en su momento".

El chico se encarga de viajar a Londres para pagar la inscripción. Es una prueba de confianza, porque Herbert no se fía de él y da el dinero por perdido. En realidad, tiene motivos para ello: Mi Taylor está a punto de quedarse con las cien libras y desaparecer, pero en una taberna de la capital, medio borracho y en compañía de dos timadores, recuerda la fe que le han mostrado Velvet y su madre y decide cumplir con su obligación.
En los momentos dramáticos, -uno cada diez años, como explica el padre-, Araminty mantiene la serenidad de manera admirable. El caballo ha enfermado gravemente y Velvet está desesperada, porque sólo Mi puede ayudar al animal en el establo. La señora Brown simplemente está ahí, despierta en el salón, esperando acontecimientos, sin preguntar ni incordiar. Juega a las cartas o hace labores de hogar durante toda la noche. "Vete a la cama, señor Brown, la tragedia puede rondar la casa sin tu ayuda", le dice a su impaciente esposo.
Pie se recupera por la mañana temprano y la chica está exultante de alegría. No ha dormido nada, no ha desayunado, pero decide marcharse al colegio pese a estar tan cansada, sin dar tiempo a la reacción de sus padres. Herbert protesta cuando se marcha y le pregunta a su mujer por qué le ha dejado irse así. "Volverá dentro de media hora. Hoy es sábado y no hay colegio", replica sonriente.
Velvet y Mi se marchan rumbo a Aintree, cerca de Liverpool, para participar en la carrera. Ambos rechazan a un jinete altivo y engreído porque se dan cuenta de que no va a sentir ningún afecto por el caballo y no habrá química entre ellos. Mi, que había ocultado en secreto su doloroso pasado de jockey, llega a plantearse superar sus miedos para participar en la carrera, pero será la chica quien le sorprenda con la idea de hacerse pasar por chico y montar a Pie. Velvet participa y gana el Grand National, pero, cuando se descubre que es una chica, es descalificada. A pesar de ello, se convierte en una celebridad nacional por la hazaña que ha conseguido.

La madre, orgullosa del sueño cumplido de su hija.

Frente a las manifestaciones de euforia de vecinos y familiares, la madre recibe a su hija con serenidad y orgullo. Empiezan a llover las ofertas para convertir a Velvet y al caballo en una gran atracción de todo el país. Y el padre comienza a soñar con hacerse millonario.
- ¿Necesitamos el dinero, señor Brown?
- ¿Debo entender que a ti no te interesa el dinero, señora Brown? A mí no me gusta la gente ambiciosa, pero tampoco hay que despreciarlo.
- No es bueno ganar dinero deprisa.
Araminty llama a Velvet para que hable con su padre, que le explica la oferta más llamativa, ir a Hollywood para rodar una película. La señora Brown no dice nada, sólo le da vueltas al café con su cucharilla mientras escucha con la mirada ausente. La niña replica al instante, ante la desesperación de Herbert, que no quiere ver a su caballo convertido en una atracción de feria. La señora Brown está callada, sin gesto de triunfo ni de decepción. Está tan segura de su hija que la reacción de Velvet ni le sorprende ni le conmueve, al menos en apariencia.
Es otra escena de soberbia interpretación, que ella misma da por zanjada cuando envía a la niña a su habitación... no sin antes recordarle que tiene que ponerse el aparato bucal para corregir sus dientes. Una madre siempre tiene en cuenta esos domésticos detalles aunque se esté hablando de algo tan trascendental como ganar 5.000 libras o un futuro esplendoroso. Cuando la chica se marcha, Herbert le pide explicaciones a su esposa. No entiende que se desperdicie una fortuna por no exhibir un caballo. Su respuesta le deja sin palabras:

"Esa es la eterna duda, señor Brown: Hacer el mal por una buena razón o el mal por una mala razón".

Araminty y Herbert se llaman al final por sus nombres de pila.

Mi Taylor decide seguir su camino y abandona el hogar de los Brown. Será la madre quien le explique de nuevo a Velvet que todo tiene su momento, como hizo en el desván, y que el chico ha decidido pasar página para ser feliz. La forma en que se lo explica deja satisfecha a la niña, que va en busca de Mi para despedirse. Por primera vez en la película, el señor y la señora Brown se llaman por sus nombres de pila, como si fuera un grado más de cariño que fortalece su amorosa relación.
Todo tiene su momento en la vida, pero reconozco que esta película, didáctica sin sermones, positiva sin cursilería y hermosa sin ser empalagosa, ha formado parte de mi vida (y a buen seguro de la de muchísimos aficionados al cine), en muchos momentos, no sólo en uno.

La película
- "Fuego de juventud" está basada en la novela "National Velvet" que la escritora Enid Bagnold publicó en 1936, ocho años antes de la película.
- El productor Pandro S. Berman creía que Liz Taylor no era la joven apropiada para ese papel por su escaso desarrollo físico. La actriz tuvo que realizar un adecuado plan de ejercicios para complacerle.
- Shirley Williams, futura baronesa y miembro del Parlamento británico, fue una de las que hizo una audición para el papel de Velvet Brown. Gene Tierney y Susanna Foster también fueron tanteadas para ese papel.
- El American Film Institute la eligió en 2008 la novena mejor película del género del cine deportivo y la número 24 en la lista de las películas más inspiradoras (por los valores que transmite) de todos los tiempos. Esa última lista está encabezada por "¡Qué bello es vivir!" y "Matar un ruiseñor".
- Anne Revere ganó el Oscar a la mejor actriz de reparto por su papel de la señora Brown. En dos ocasiones más fue nominada para este premio.
- En 1979, Mickey Rooney fue uno de los protagonistas de "El corcel negro", muy similar a "National Velvet". Un año antes, Tatum O'Neal protagonizó "Doble triunfo", que también está muy influenciada por el film de Clarence Brown.
- Anne Revere fue una de las víctimas de la famosa "lista negra" de la Caza de Brujas hollywoodiense, por lo que no pudo volver a trabajar en el cine hasta 1970. Su carta de dimisión al Sindicato de Actores es un gran ejemplo de honestidad, de dolor por el daño causado y también de esperanza.

2 comentarios:

  1. Hola Kaplan: Me llamo Ángela, pero no me deja publicar con mi nombre. Me ha encantado tu reseña sobre esta maravillosa película que me trae tan buenos recuerdos. Mickey Rooney, sus películas con Judy Garland, Liz Taylor que era una niña, el pequeño tan gracioso, la madre que tienes razón, hace un papelón, esa atmósfera familiar tan entrañable... Lástima que ya no se haga cine así porque se cree que será cursi, pero no lo era.
    Enhorabuena por tu blog.
    Besos
    Angela

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  2. Hola Ángela: Yo también tengo muy buenos recuerdos de aquel cine: Armonías de juventud, Capitanes intrépidos, Cita en San Luis, Hijos de la farándula, por supuesto El mago de Oz, y tantas otras que, sinceramente, me da igual que ahora pudieran parecer cursis.
    Un saludo y gracias por visitarme.

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