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jueves, 12 de enero de 2012

Rick Blaine

Humphrey Bogart (Casablanca)

"Louis, I think this is the beginning of a beautiful friendship"
("Louis, presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad")

La despedida de Ilsa. El sacrificio de Rick.
                                                                                      
Humphrey Bogart es un póster antiguo que ya nunca se caerá de nuestra pared. Como Marilyn Monroe, Elvis Presley o Groucho Marx. No son carteles rancios ni están rotos o descoloridos;
aguantan el paso del tiempo con una elegancia admirable, como si acabaran de colocarse por primera vez.
De todos ellos, Bogart es el más sorprendente. No era esencialmente guapo ni atractivo; había sufrido lo suyo para alcanzar el estrellato -lo consiguió nada menos que a los 40 años de edad- y poseía un defecto en el habla, producto de una herida de guerra en el labio. Durante una larga década protagonizó papeles poco llamativos, a menudo de gángster vulgar. En los años 30 parecía estar condenado a ser un actor secundario más o menos solvente, capaz de asombrar en "El bosque petrificado" (1936) y de encarnar a matones mal esbozados, como el Jim Frazier de "Ángeles con caras sucias" (1939).
Pero cuarenta películas después de su debut en Hollywood le llegaron dos papeles tan fascinantes que su carrera dio un giro radical y sorprendente: el de Roy Earle ("El último refugio", 1941, de Raoul Walsh), y, sobre todo, el de Sam Spade ("El halcón maltés", 1941, de su amigo John Huston). Bogey se convirtió en una estrella de repente.
Adquirido ya con Spade el perfil de tipo duro, quizás el mejor tipo duro que se había conocido hasta entonces (con permiso de Edward G. Robinson), un año más tarde puso alma, cuerpo y vida a esa silueta cuando interpretó uno de los personajes más inolvidables del cine: Rick Blaine ("Casablanca", 1942, Michael Curtiz). 
Antes de desmenuzar el personaje, conviene destacar que "Casablanca" es una excelente película a la que el tiempo ha dotado de un halo mítico que complica cualquier análisis convencional. Pero si somos capaces de olvidarnos de la leyenda, nos encontramos con una trama narrada y explicada a la perfección, pese a las dificultades que surgieron en la elaboración del guión. Fue, como a menudo suele ocurrir, el milagro de las obras maestras. "'Casablanca' es un milagro, cuya parte milagrosa está en su terca persistencia. No hay adelantado a los tiempos que destruya su leyenda, lo mismo da con labia que con ira. 'Casablanca' es más que una película, es un sueño compartido por millones y millones de pobladores nómadas" (Ángel Fernández Santos, de "Casablanca, colección Cine de Oro").

El capitán Renault quiere saber si Rick añora su país.

Tres rasgos esenciales de Rick nos han cautivado desde siempre: es un hombre que desprecia a los mediocres y a los tiranos; posee una amarga ironía que le sirve lo mismo para colocar en su sitio a un nazi que para cultivar la amistad del capitán Louis Renault (Claude Rains); y finalmente, pese a los contundentes síntomas de su granítica personalidad, es un sentimental 
absoluto, clamoroso, inolvidable, capaz de sacrificarse por el amor que siente hacia Ilsa Lund (Ingrid Bergman).
"Rick es la idea que del hombre tienen las mujeres", se escucha en el documental "Casablanca revisitada", de José Luis Garci. Quizá sea porque no es un tipo que inspire un amor confortable y hogareño, sino más bien una relación inesperada, arriesgada y apasionada, de las que dejan una huella imborrable. O tal vez porque parece el hombre más seguro de sí mismo que se haya visto en una pantalla. 
Y si las mujeres se enamoran de Rick sin remedio, los hombres le han imitado durante generaciones. Es un héroe existencial que no necesita guardar las apariencias; su rostro es el de la lealtad, la entereza y, como se aprecia a medida que avanza la película, la esperanza. Rechaza la cobardía y la mediocridad, pero acepta la falta de escrúpulos de gente como Renault o Ferrari (Sydney Greenstreet), con los que simpatiza. Con su máscara contra las heridas del pasado, Rick es admirado en cualquier tiempo y por cualquier generación, porque físicamente, además, no es un adonis inalcanzable.
Su poder y su independencia quedan en evidencia desde el comienzo de la película, cuando el camarero Carl (S.Z. Sakall) aclara a un cliente que Rick no va a sentarse con él y con sus amigos, por muy importante banquero que sea: "El director del primer banco de Amsterdam es ahora nuestro cocinero".
Es un solitario porque, al contrario de lo que le ocurre al resto de la gente que espera y sobrevive en Casablanca, él no necesita a nadie. Juega al ajedrez solo, sin contrincante, fuma y bebe en silencio y decide con un ligero movimiento de cabeza quiénes pueden entrar en la sala de juegos del café y quiénes no. El Rick's Café Américain es su embajada particular, un territorio neutral que acoge a refugiados, nazis, gente del hampa, ciudadanos de la Francia Libre, pobres, ricos, espías o traidores. En efecto, todo el mundo va a Rick's.
Posee además un alto sentido de la ética y de la justicia, pese a su cinismo. Menosprecia a Ugarte (Peter Lorre), el tipo que trapichea con salvoconductos, y no porque sea una actividad ilegal y perseguida, sino porque se aprovecha de las ilusiones de esa gente que desea escapar de Casablanca. 

Ugarte: Me desprecias, ¿verdad, Rick?

Rick: Si llegara a pensar en ti, probablemente sí.

Pero, a pesar de ello, Ugarte pertenece a su bando y le ayudará hasta cierto punto, concretamente, hasta el límite de su propia supervivencia:
"Yo no me juego el cuello por nadie", exclamará ante todos cuando la policía detenga a Ugarte justo a su lado.

"Me desprecias, ¿verdad, Rick?".

Como Ugarte,
Ivonne (Madeleine Lebeau) quiere agradar a toda costa a Rick para recuperar su amor perdido. Es una joven despechada -con la que probablemente disfrutó de unas cuantas noches de pasión-, que ahora no soporta su desprecio. Él la rechaza sin contemplaciones, pero su conciencia le obliga a protegerla, a apartarla del alcohol y de los peligros de la noche y mandarla a casa en un taxi.

Yvonne: ¿Dónde estuviste anoche?

Rick: ¿Anoche? No tengo la menor idea.
Yvonne: ¿Y qué harás esta noche?
Rick: No hago planes por anticipado.

El carácter y el semblante de Rick se transforman ante el capitán Renault, con quien mantiene a menudo un sabroso duelo dialéctico. Con Renault le vemos sonreír y relajarse por primera vez. El peculiar jefe de policía de Casablanca es un tipo corrupto, sin escrúpulos y, aparentemente, sin principios. No son defectos intolerables para Rick y ambos congenian desde hace tiempo. Es lo más parecido a una amistad. 

Cuando observan el despegue de un avión con rumbo a Lisboa, la puerta hacia Estados Unidos, Renault intuye que aquel norteamericano solitario, insensible y de pocas palabras desearía regresar a su país; y un gesto casi imperceptible de Rick lo confirma. Gracias al policía, el espectador también sabe que su amigo es un defensor de las causas perdidas (luchó a favor de la República en la Guerra Civil española), lo que desmonta esa imagen de indiferente y antisolidario que se ha ganado en Casablanca.

- Pero, ¿por qué demonios vino a Casablanca?

- Mi salud. Vine a Casablanca a tomar las aguas.
- ¿Las aguas? ¿Qué aguas? ¿Las del desierto?
- Me informaron mal.

Tres nuevos personajes aparecen para desvelar más características de la personalidad de nuestro héroe. El primero es el mayor Strasser (Conrad Veidt); se trata del odioso jefe de la Gestapo que acude a Casablanca para localizar al asesino de un correo nazi y, además, para poner un poco de orden en la ciudad. Rick lo recibe con calculada cortesía y frialdad en su local. Ni simpatiza con él ni está dispuesto a demostrarlo. El trato es lo suficientemente educado como para evitar problemas con los nazis, pero a la vez evita cualquier tipo de familiaridad.

- Strasser: ¿Cuál es su nacionalidad?

- Rick: Soy borracho.

Casi a la vez llega una pareja sobre la que va a girar el resto de la trama:
Victor Laszlo (Paul Henreid) e Ilsa Lund. Laszlo es un reconocido y admirado líder de la Resistencia antinazi en toda Europa. Por primera vez, como bien observa Renault, Rick Blaine está impresionado por una visita a su café. Por primera vez se va a sentar a beber con clientes. Es como si Laszlo despertara en él elevados ideales ya olvidados. Su cinismo no confunde al héroe de la Resistencia: "¿Sabe cómo suenan sus palabras? Como las de un hombre que está tratando de convencerse a sí mismo de algo que no cree en su corazón".

Rick Blaine, Louis Renault, Victor Laszlo e Ilsa Lund.

Con él viaja una joven que le rompió ese corazón tiempo atrás. Ella es la causa de su hermetismo, de su soledad y de su insensibilidad ante la vida. Tras la memorable escena con el pianista Sam (Dooley Wilson), en la que interpreta y canta "As times goes by", la máscara de Rick comenzará a resquebrajarse poco a poco: rabia, dolor y nostalgia le acompañan por la noche mientras apura una botella de whisky y le ordena a Sam que vuelva a tocar esa melodía que tanto daño le hace.
En un espléndido flash-back descubrimos que Ilsa y él vivieron una corta historia de pasión en París poco antes de la ocupación nazi. Richard, como entonces le llamaba ella, era un hombre abiertamente enamorado, comprometido con la lucha antinazi, perseguido por el Tercer Reich y solidario con esas causas perdidas que esconden una buena ración de romanticismo. Durante ese nebuloso recuerdo de París conocemos al verdadero Rick. La máscara que lleva en Casablanca se la puso el mismo día de la ocupación nazi, cuando tuvo que subirse él solo al tren rumbo a Marsella porque ella decidió abandonarlo.
El carácter de Richard Blaine atravesará diversas fases a partir de entonces: en primer lugar, quiere herir a Ilsa, humillarla si cabe. Pero, progresivamente, comenzará a ablandarse. Cuando ayuda a un joven matrimonio búlgaro a ganar a la ruleta para conseguir el dinero que les permita salir de Casablanca, los camareros del Rick's Café celebran lo que siempre habían imaginado: su jefe esconde un corazón de oro bajo esa férrea coraza.

"Here's looking at you, kid".

El hecho de conservar él los valiosos salvoconductos que había robado Ugarte le convierte, además, en objeto de deseo por parte de todos. Sobre todo de Ilsa, que acude una noche a su habitación dispuesta a conseguirlos como sea. En esta escena se produce el cambio más radical de Rick. Cuando ella le confiesa que sigue enamorada, que no le ha olvidado y que tendrá que pensar por los dos si se queda con Victor o con él, nuestro protagonista comienza a considerar cuál es su verdadero papel en el final de esta historia: ¿debe retomar su romance? ¿fugarse con ella? ¿sacrificarse? ¿volver a ser el tipo comprometido y solidario que era antes de llegar a Casablanca?

Durante unos minutos, Rick confundirá a los espectadores; parece dispuesto a entregar a Laszlo a la policía y fugarse con Ilsa. Demasiado traidor, demasiado miserable. No encaja con su imagen. El final ideal, el que ha quedado, el del sacrificio y la amistad con Renault, alimentó la leyenda de Rick, de Bogart y de "Casablanca".

El comienzo de una hermosa amistad.

La película:
- Esta obra maestra del cine está basada en "Everybody comes to Rick's", una pieza de teatro escrita por Murray Burnett y Joan Alison en 1940. El éxito de "Argel" (1938), con Charles Boyer y Hedy Lamarr, motivó a los productores a cambiar el título de la obra original por el de Casablanca, para que tuviera una resonancia exótica similar.
Los hermanos Epstein.
- Julius y Philip Epstein se encargaron inicialmente del guión, pero tuvieron que dejarlo al ser reclamados por Frank Capra para sus documentales sobre la guerra mundial. Cuentan que ambos contribuyeron a buena parte de la ironía y del cinismo en los diálogos; Howard Koch, el siguiente guionista, incidió más en los valores morales y patrióticos en tiempos de guerra; un cuarto escritor no acreditado, Casey Robinson, optó por darle un aire más romántico a la película. Los Epstein regresaron en el tramo final.
- El guión se convirtió en el gran problema durante el rodaje. Se cuenta que ninguno de los guionistas conseguía un final apropiado y a menudo se trabajaba con lo que se había escrito la noche anterior. Ingrid Bergman explica en sus memorias que le angustiaba no saber de quién estaba enamorada realmente y de vez en cuando le preguntaba a Curtiz. El director húngaro le respondía: "Aún no lo sé. Mientras tanto, usted... actúe". En la actualidad, sin embargo, se cree que el guión estaba perfectamente definido desde el principio y que el único intérprete que lo sabía -por privilegios de su contrato- era Bogart. Al parecer, Curtiz mantuvo la incógnita hasta el final de forma intencionada en beneficio de la interpretación de Henreid y Bergman.
- Durante años se propagó que Ronald Reagan había sido un serio candidato para el papel de Rick, pero el tiempo demostró que había sido una invención de la Warner con el fin de promocionar la película "King's row". A George Raft, que había despreciado los papeles que encumbraron a Bogart, en "El último refugio" y "El halcón maltés", no le dieron ocasión esta vez de que abriera la boca y fue rechazado. Ann Sheridan y Hedy Lamarr constituyeron serias alternativas para encarnar a Ilsa, al igual que Michèle Morgan, aunque ésta quedó descartada al pedir 55.000 dólares. Ingrid Bergman, cedida por David O'Selznick, costó sólo 25.000.
- Conrad Veidt, que interpreta al jefe nazi Strasser, era bien conocido en el mundo teatral alemán por sus actividades contra el nazismo. De hecho tuvo que huir de su país en 1933 al saber que la Gestapo iba a asesinarle. Falleció pocos meses después del estreno de la película. Curiosamente, algunos de los extras que interpretaron a soldados nazis eran en realidad judíos que habían escapado del Tercer Reich.
 

Michael Curtiz.
William Wyler, William Keighley y Vincent Sherman fueron tres de las opciones del productor, Hal B. Wallis, antes de decantarse por Michael Curtiz como director.
- Max Steiner, autor de la banda sonora, se planteó sustituir la mítica canción "As time goes by" por una propia. Por fortuna, Ingrid Bergman se había cortado el pelo drásticamente para protagonizar "¿Por quién doblan las campanas?" y no se pudieron repetir las escenas con el pianista Sam. 
- A propósito de Sam, antes de que lo encarnara Dooley Wilson se llegó a plantear que el pianista fuera una mujer: Ella Fitzgerald fue una de las opciones barajadas. Wilson era un reputado batería y, en realidad, quien tocaba el piano en la película era Elliot Carpenter, que se ocultaba tras una cortina y sólo a la vista del actor, de forma que pudiera estudiar los movimientos de sus manos. 
- La Academia de Cine de Hollywood premió a "Casablanca" con tres Oscar: mejor película, mejor director y mejor guión; además obtuvieron nominaciones Max Steiner (música), Humphrey Bogart (actor principal), Claude Rains (actor de reparto), Arthur Ederson (fotografía) y Owen Marks (montaje).
- La censura española suprimió la mención de la participación de Rick en las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil española; los italianos sustituyeron Etiopía por China como país donde había luchado el protagonista años atrás.
- La película tuvo tres diferentes doblajes en España: en 1946 (Rafael Navarro como Rick), en 1966 (Arsenio Corsellas) y en 1983 (José Guardiola). 
- Woody Allen ayudó a mitificar a Bogart y a "Casablanca" cuando escribió "Play it again, Sam", una obra teatral que Herbert Ross se encargó de dirigir en el cine ("Sueños de un seductor", 1972), con el propio Allen, Diane Keaton y Tony Roberts en sus principales papeles.

Roosevelt y Churchill en Casablanca.
- La invasión aliada de Casablanca se produjo el 8 de noviembre de 1942 y los productores de la película se plantearon incorporar una referencia a ese hecho bélico en el diálogo final. David O'Selznick (MGM) convenció a Jack L. Warner, el magnate de la Warner, para que aprovechara esa feliz circunstancia, efectuara un preestreno en Nueva York (a finales de noviembre) y compitiera para los Oscar de 1943. El estreno oficial de la película se produjo el 23 de enero de 1943 en Los Angeles (Estados Unidos). Casualmente coincidió con la Conferencia de Casablanca, que mantuvieron Winston Churchill, Franklin D. Roosevelt y representantes de la Francia Libre tras la liberación de la emblemática ciudad de Marruecos.
- La frase que Rick le dedica a Ilsa en París, "Here's looking at you, kid", ("Esta va por ti, muñeca", aunque en la versión doblada se perdió su sentido: "A tu salud, querida"), está considerada como una de las cinco frases más memorables de la historia del cine, según el American Film Institute. La frase la improvisó Bogart y se refería a lo que le decía a Ingrid Bergman cuando ella aprendía a jugar al póker en los ratos libres.
- "Casablanca" es una de las películas con más citas memorables. Una de ellas, "Siempre tendremos (o nos quedará) París" ("We'll always have Paris") es una de las más reconocidas a lo largo de los tiempos.
- En la célebre escena en que Victor Laszlo ordena tocar "La Marsellesa" para ahogar la canción que corean los nazis, "Watch on the Rhine", muchos de los extras acabaron llorando por la emoción. No en vano, la mayoría eran refugiados y judíos.
- Ante la avalancha de turistas que estaban convencidos de la existencia del Rick's Café y del Blue Parrot (el local de Ferrari), la ciudad de Casablanca decidió construir dos bares con características similares para contentarlos.




domingo, 16 de enero de 2011

Alicia Huberman

(Ingrid Bergman, "Encadenados")

El agente Devlin protege a Alicia Huberman.

Alicia Huberman es una mujer única en la filmografía de Alfred Hitchcock. Por mucho que repase los personajes femeninos de su cine no encuentro a nadie tan sacrificado y entregado como ella. Si acaso posee el aire victimista de Margot ("Crimen perfecto"), comparte la misma afición juvenil por la bebida, la juerga y los hombres que la redimida Melanie Daniels ("Los pájaros") y se echa en brazos del enemigo, al igual que Eva Kendall en "Con la muerte en los talones". Además, es tan apasionada que no juega ni coquetea con el amor: Alicia se entrega a Devlin con sincera devoción. A pesar de la fabulosa trama que se teje a lo largo de "Encadenados" ("Notorious", 1946), se diría que el único propósito que ella persigue es demostrarle a ese hombre que es una mujer de la que se puede fiar y enamorar.
Alicia resulta tan espléndida como la actriz que la interpreta, una Ingrid Bergman que ya había protagonizado excelentes películas, entre ellas "Casablanca" y "Luz que agoniza". Su carrera y su personalidad resultan admirables; además de una elegante belleza, Bergman poseía un halo trágico que encajaba muy bien en los papeles de cierta complejidad dramática. Su relación con el director italiano Roberto Rossellini destapó la bajeza moral del Hollywood más hipócrita e ingrato, ya que llegaron a declararle persona non grata. Pocos años después la encumbrarían de nuevo entre ovaciones y homenajes, pero el mal ya estaba hecho.
"Encadenados" es una historia de amor que late con fuerza entre botellas enigmáticas, llaves misteriosas, espías nazis, agentes federales y personajes de poderoso magnetismo. Alicia es hija de John Huberman, un agente alemán que ha sido condenado a veinte años de prisión por traición a los Estados Unidos. Agobiada por la presión policial y por su traumática situación familiar, ella sólo quiere olvidarlo todo con juergas, alcohol y compañía masculina.
La película arranca en Miami (Estados Unidos) en abril de 1946. Alicia da una fiesta en su casa tras el juicio a su padre. Reparte whisky y frivolidad entre sus invitados, pero hay uno especialmente que le llama la atención. No habla, no se inmuta; lo vemos de espaldas y sabemos lo atractivo que debe ser a través de la encandilada mirada de Alicia. Cuando se quedan solos descubrimos a T.R. Devlin (Cary Grant), un tipo elegante y frío, pero con un fuerte magnetismo.
Por lo que sabemos a lo largo de la película, ella es una mujer sensual, seductora con los hombres y ociosa, con un nivel de vida lujoso, al igual que los amigos que la acompañan. Parecen vivir en una continua fiesta, ahora en las playas de Miami y al día siguiente en La Habana. Hitchcock sólo nos da una pista acerca de su comportamiento: cuando descubrió las actividades de su padre, su mundo se derrumbó y es posible que actúe con ligereza en la vida para olvidar que es hija de un nazi.
Chica de mala fama: ese es uno de los significados de "notorious", el título original. En versión doblada nos ofrecieron otro igual de sugerente: encadenados. En el momento en que salen afuera y él le coloca un pañuelo a la altura del ombligo sentimos el alcance del título en castellano.
- ¿No necesitas un abrigo?
- Tú eres mi abrigo.

Alicia quiere borrarle la sonrisa de la cara a Devlin.

Devlin es un agente federal, pero ella sólo lo sabrá cuando un policía la detenga por conducir borracha y a gran velocidad, ya que ha decidido borrarle la sonrisa de la cara a ese hombre tan imperturbable y seguro de sí mismo. Alicia reacciona con agresividad al conocer de quién se trata y él le pega un puñetazo en la barbilla para dormirla; al día siguiente le explica el plan: el FBI la quiere utilizar para desmontar una red nazi en Sudamérica que tiene su sede en Brasil. Ella se muestra escéptica incluso cuando le pone una grabación en la que se demuestra que aborrece a padre y defiende el país que los acogió, los Estados Unidos.
Está dividida entre el odio que siente hacia la policía y su atracción por Devlin y éste no hace nada por convencerla, se muestra frío e indiferente. Cuando ella acepta, ni siquiera se lo agradece, simplemente se levanta y se marcha sin más; le deja bien claro que si ha habido algún momento de atracción sólo ha sido porque se trataba de su misión.
En el avión que les traslada a Río de Janeiro hay un momento prodigioso que casi pasa desapercibido. Devlin le ha comunicado que su padre se ha suicidado y para ella resulta un alivio. "Ya no tengo que seguir odiándole ni odiándome a mí misma". Cuando Alicia contempla la ciudad por la ventanilla de la derecha, su cuerpo y su rostro se inclinan hacia Devlin, que la mira como si hubiera recibido un flechazo instantáneo: resulta absolutamente revelador, porque en apenas tres segundos nos damos cuenta de la súbita atracción que siente hacia esa mujer a la que hasta hace un rato aborrecía.
Huberman se siente fascinada por ese tipo que no le hace ni caso, que contesta con monosílabos y que desconfía de su nuevo estado de ánimo. Se ha enamorado y eso la ha cambiado, pero no parece suficiente para el agente federal, frío, odioso y escéptico.
- ¿Me has oído? Me he vuelto abstemia. Un buen cambio, ¿eh?
- Bueno, eso es sólo una frase.
- ¿No puede cambiar una mujer?
- Sí, cambiar es divertido... durante un rato.
Mientras esperan instrucciones del capitán Paul Prescott (Louis Calhern), ambos están juntos a todas horas y esa estrecha relación acaba en el primer beso de amor. Alicia ha manejado la situación hasta donde ha querido y se entrega a Devlin sin condiciones. El largo beso en el apartamento, interrumpido por las cortas palabras que se dedican, es un momento de pasión irrepetible en la historia del cine. La mirada de Ingrid Bergman ilumina toda la secuencia hasta que él se despide en la puerta.

Uno de los besos más famosos de la historia del cine.

- Nuestro amor es bastante extraño.

- ¿Por qué?
- Porque a lo mejor tú no me quieres. ¿Me quieres?
- Los actos importan más que las palabras.

Paul Prescott le cuenta a su agente el plan previsto para Alicia: debe contactar con Alex Sebastian (Claude Rains), el jefe de la red nazi en Brasil, para saber todos los datos posibles acerca de sus actividades. A Devlin no le gusta la idea y le explica a Prescott que ella no es esa clase de mujeres. Pero su sentido del deber le lleva a retomar esa pose fría y desapasionada cuando vuelve a su lado. Ya no le abraza cuando ella, amorosa, juguetona y bromista, reanuda aquel beso.

- Este es el momento en que me vas a decir que tienes esposa y dos niños encantadores. Y que esta locura no puede continuar ni un minuto más.

- Apuesto a que has oído eso muchas veces.

La magia entre ambos ha desaparecido de repente. Alicia se siente humillada y herida por ese golpe bajo que le ha propinado. De nada ha servido el cariño de los últimos días y sus esfuerzos para demostrarle que es una mujer de fiar. Es como volver a empezar. Lo peor es que la misión significa agradar y enamorar a un hombre, es decir, una regresión al pasado que quería olvidar. "
¿No dijiste nada? ¿Por ejemplo, que no era la mujer adecuada? Ni una palabra a favor de esta loca enamorada que habías dejado unas horas antes"
, lamenta resignada.
Devlin no está por la labor de ayudarla. No quiere decidir por ella. Seguramente bastaría con una insinuación o un leve consejo, pero se muestra hermético incluso cuando le pide, como último recurso, que le diga lo que no se atrevió a decirles a sus jefes: que es buena, que le ama, que no cambiará más. "Espero tu respuesta", es su lacónica contestación. La habilidad de Hitchcock evita que el público odie a Cary Grant en ese momento: dedica miradas implacables a Alicia, sin un resquicio de compasión ni de simpatía; pero de alguna manera intuimos que en su interior le falta poco para abrazarla.

Ingrid Bergman, fascinante en la película.

Tal vez lo que nos saca de quicio es que Alicia Huberman es un personaje desamparado que busca la felicidad y el cariño de manera desesperada. Devlin tiene demasiados prejuicios como para colmarla. No sólo ha renunciado a hacerlo, sino que le lanza en brazos de un hombre que estuvo enamorada de ella, aunque no le correspondió.
Alicia contacta con Alex Sebastian y acepta cenar con él. Tras aclararle que Devlin la sigue desde que se conocieron en el avión, le lanza sus redes pero sin alardes, lo justo para conseguir que le invite a su casa. La mansión ya tiene una dueña, madame Anna Sebastian (la impresionante Leopoldine Konstantin), que posee una sonrisa y una mente tenebrosas.
- No testificó en el juicio de su padre. Pensamos que no era muy normal.
- Él no quiso. No dejó que sus abogados me llamaran a declarar.
- Me pregunto por qué lo haría.
La madre desconfía de Alicia y no quiere que Alex le dé muchas explicaciones delante de los invitados. Sin embargo, puede observar una escena extraña: un tal Emil Hupke se pone muy nervioso al ver una botella en el salón. Aunque luego pide perdón por su misteriosa reacción, los demás deciden eliminarlo, tarea de la que se encarga Eric Mathis (Ivan Triesault). Hitchcock ya ha introducido su particular macguffin, una botella contiene un misterio que afecta a toda esa red de espías nazis.
Alicia deberá comportarse como una excelente actriz ante Alex: por un lado tiene que enamorarle, lo que no le resultaría difícil antes, pero sí ahora que ama a otro hombre; además, ha de aparentar que ella también siente una atracción hacia él y que Devlin no significa nada, pese a que en el hipódromo han vuelto a estar juntos y Alex Sebastian ha intuido al verlos que hay algo más que simple amistad entre ellos. Quiere estar plenamente convencido de ella. Por eso le pide en matrimonio.
La proposición sorprende a Alicia, a Devlin y a los jefes del FBI, quienes creen que la capacidad seductora de la joven ha sido la clave del éxito. Cuando le preguntan a la señorita Huberman si llegaría tan lejos por la misión, ella mira constantemente a Devlin, que está vuelto de espaldas sin querer saber nada. Como siempre, él está esperando que ella decida. Alicia habla con Prescott y con los demás, pero su mirada está fija en la figura ausente de su amante por si encuentra algún signo que le impida casarse con Alex. Pero sólo halla sarcasmo.
Tras la luna de miel, Alicia asume el mando de la casa sin tener que enfrentarse a la madre, obligada por su hijo a mantenerse en un segundo plano. Dispone de todas las llaves de la mansión excepto una, la de la bodega. Cuando vuelve a encontrarse con Devlin, éste tiene claro que el misterioso asunto de la botella sólo se podrá resolver si ella se apodera de la llave. Por primera vez en mucho tiempo demuestra comprensión y simpatía hacia ella.
- Lo estás haciendo muy bien.
- No es divertido, Dev.
- Un poco tarde para eso, ¿no?

Devlin y Alicia, en su habitual punto de encuentro.

La tensión se dispara. Hasta entonces sólo ha tenido que desplegar sus armas femeninas, pero ahora deberá jugar a espías sin serlo. La escena en que le quita a Alex la llave de la bodega es magistral, con primeros planos que aceleran el corazón. Alex le coge sus manos con cariño, abre su puño derecho y lo besa; va a coger el izquierdo, donde está su llave, y ella se lanza a abrazarle. Es un aperitivo de la soberbia secuencia de la fiesta, que nos tiene en vilo desde el instante en que Alicia le entrega la llave a Devlin, que ha sido convenientemente invitado. El suspense se recrea en las botellas de champán que se van abriendo para los invitados: a la velocidad en que los camareros las descorchan es posible que el anfitrión tenga que bajar a la bodega a por más... y no tiene la llave.
Mientras Devlin aparenta, como siempre, una pasmosa serenidad, el espectador se pone en la piel de Alicia, que está sufriendo una angustia interminable conforme observa cómo se agotan poco a poco las reservas de champán. En un gesto casi inútil, ella rechaza siempre las copas que le ofrecen; al mismo tiempo, procura mantener una sonrisa forzada porque es consciente de que su marido vigila todos sus movimientos.
La tensión se eleva cuando Devlin y Alicia bajan a la bodega para investigar. Él tira al suelo sin querer una botella pero lo que se derrama no es líquido, sino una sustancia arenosa que podría ser uranio. No hay apenas tiempo para nada: Alex está llegando a la bodega con su criado para coger más champán y la única manera de que no sospeche que han estado fisgando es representar una escena amorosa. Para la nueva señora Sebastian no es, sin embargo, ninguna representación: estaba deseando volver a besar a Devlin, aunque a Alex le cuenta que no ha podido evitarlo, que el invitado estaba borracho e iba a montar un escándalo. Él sólo tiene que aparentar sentirse despechado ante el marido: "La conocí y la quise antes que usted, pero no he tenido tanta suerte", le explicará.
La escena teatral no ha servido para nada porque Alex se percata de que le falta la llave de la bodega. Al acostarse deja el manojo de llaves en su escritorio; a la mañana siguiente aparece la que buscaba. Enseguida se da cuenta de todo. "Me he casado con una espía americana", le revela a su madre. Anna Sebastian sabe tan bien como su hijo que sus camaradas le matarán si se enteran, pero decide un plan: "Tiene que irse... pero lentamente. Podría caer enferma".

Alicia agoniza en la cama, envenenada poco a poco. 

El veneno que le suministran en el café le va debilitando poco a poco. Su aspecto cuando se reencuentra con Devlin en su banco de cita habitual es el de una mujer agotada y enferma, pero ella se lo oculta porque él no le ha revelado lo que ya sabe, su intención de marcharse de Brasil e irse a España. Se siente herida de nuevo y lo último que desea es darle lástima.
- ¿Enferma?
- No, resaca.
- Vaya novedad, has vuelto a la botella.
- Me aligera las tareas.
Alicia rompe la relación con Devlin de una manera simbólica: le devuelve el pañuelo que él le anudó en su cintura cuando se conocieron; lo ha guardado desde entonces como si fuera su anillo de compromiso. La forma en que habla y mira a Devlin, con una profundidad y una sinceridad espléndidas, dice mucho de Ingrid Bergman en esa excelente escena, una de las mejores de la película.
Pero, sin duda, el momento más impresionante de la actriz es cuando descubre por sorpresa que no está enferma, sino que la están envenenando. El doctor Anderson (Reinhold Schünzel), otro de los agentes nazis, acude a visitarla y le anima a curarse en las montañas Aymores. Alex corta la conversación de golpe para que el médico no revele nada del proyecto que llevan a cabo; cuando el doctor se dispone a coger la taza de café de Alicia por equivocación, madre e hijo reaccionan alarmados. Ella mira la taza y se da cuenta de lo que está ocurriendo; se levanta, trata de ahogar el horror que le produce su terrible descubrimiento; se marcha hacia la habitación y cae desmayada antes de llegar a las escaleras. Cuando recobra el conocimiento grita de impotencia porque sabe que va a morir. Sinceramente, creo que es una de las escenas mejor elaboradas por Hitchcock y un prodigio de actuación por parte de Ingrid Bergman.
Alex Sebastian y su madre la recluyen en una habitación a la espera de su lenta muerte. Se encuentra tan débil que no puede escapar. Devlin ha estado un día entero esperándola e intuye que algo grave está pasando, por lo que decide ir a la casa. Por primera vez actúa según lo que le dicta el corazón. Cuando la encuentra y descubre cómo está, por primera vez le confiesa su amor. Alicia está absolutamente feliz pese a su delicado estado de salud.
 
- Dilo otra vez. Me mantiene despierta.
- Te quiero.

Devlin, Alicia, Anna Sebastian y su hijo Alex, en la soberbia escena final.

La escena final de "Encadenados" es una obra maestra por sí sola. Devlin maneja la situación con una soltura envidiable mientras desciende las escaleras lentamente con ella a su lado. Alex, que inspira más compasión que odio -al margen de esas maquinaciones nazis que jamás llegamos a saber en qué consisten exactamente- es la víctima ahora. Cuando Devlin le cierra las puertas del coche sabemos que está sentenciado por sus camaradas. Dentro, Alicia sonríe feliz. Ha tenido que casarse con un tipo al que no quería y estar al borde de la muerte para que el hombre al que ama le abra por fin su corazón. Nosotros sólo podemos decir: Ya era hora, Devlin.