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lunes, 25 de octubre de 2010

Harry Powell (Robert Mitchum, La noche del cazador)

¿Quieres que te cuente la historia de la mano derecha y la mano izquierda? La historia del bien y del mal”

Imagen clásica de Harry Powell: love and hate.

Harry Powell es el predicador, estafador y asesino de “La noche del cazador” (“The night of the hunter”, 1955), la única película que dirigió el actor Charles Laughton. Digamos ya que es un personaje de culto entre muchos aficionados y uno de los más impactantes de la historia del cine. Cuando a alguien se le ocurre elaborar la lista de los mejores villanos de la gran pantalla, Powell (Robert Mitchum) siempre está allí, con las palabras “love” y “hate” (amor y odio) inmortalizadas en sus puños y convertidas en un icono de la cultura cinematográfica.
Para esta obra maestra del cine, Laughton y el guionista James Agee perfilaron el personaje de Powell como si fuera el terrible lobo de los cuentos infantiles: acecha a los niños como un astuto depredador ante dos ovejas asustadas; aullará de rabia cuando se le escapen sus presas, o de dolor, cuando le disparen con una escopeta; y sabe disfrazarse con la piel de cordero para engañar a los adultos mediante su palabrería de falso predicador.
La similitud es más que evidente cuando Powell descubre a los pequeños hermanos en la casa de acogida de la señora Cooper (Lillian Gish): Por la noche vemos al siniestro reverendo sentado en el jardín, esperando un descuido de la valiente mujer, que, escopeta en mano, ha escondido el rebaño (a los niños) y vigila al lobo como si fuera un pastor.
El argumento de la película es similar al de la novela: Antes de ser detenido por el atraco a un banco en el que han muerto dos personas, Ben Harper (Peter Graves) esconde el botín de 10.000 dólares y les hace prometer a sus hijos, John (Billy Chapin) y Pearl (Sally Jane Bruce), que jamás dirán nada a nadie. Condenado a la horca, en la prisión coincide con Harry Powell, un falso predicador y asesino de mujeres que, sin embargo, ha sido detenido sólo por el robo de un vehículo. Cuando sale de la cárcel, su objetivo es encontrar ese dinero. Engaña a la viuda, Willa Harper (Shelley Winters), y trata de engatusar a los dos pequeños. Después de asesinar a la mujer, que descubre sus intenciones, perseguirá a los niños para apoderarse del botín.
Powell es un misógino psicópata que oculta su trastorno mental bajo la apariencia de un pastor de Dios. Ningún indicio nos aclara cuál es la causa de su conducta y, a mi juicio, eso le hace más inquietante todavía. ¿Mata por dinero en realidad? ¿Sufrió algún tipo de revés emocional para odiar tanto a las mujeres?
Nada más iniciarse la película, la música de Walter Schumann y el movimiento de cámara nos retratan al falso predicador. “¿Bueno, qué va a ser ahora, Señor? ¿Otra viuda?¿Cuántas van? ¿Seis o tal vez doce? Tú mandas”, exclama con la vista hacia el cielo. Para no tener remordimientos por sus crímenes, ha llegado al convencimiento de que es Dios directamente quien le encarga eliminar a las mujeres, esos seres impuros y depravados que buscan contaminarle con su atracción sexual. “Hay demasiadas mujeres en el mundo. Tú solo, Señor, no puedes exterminarlas a todas. Deja que te ayude”.

La lucha entre el bien y el mal.

Poco antes de ser detenido por el robo del vehículo, vemos cómo el rostro de Powell se contrae hasta el odio más profundo al contemplar el baile de una mujer semidesnuda en un night-club. El arma con la que comete sus crímenes es un crucifijo-navaja, cuya punta le atraviesa el bolsillo cuando no puede contener la rabia.
En la cárcel escucha a Ben Harper hablar en sueños sobre el botín que ha robado. Además del admirable puñetazo que le suelta el reo a muerte, aquí apreciamos la segunda y más lógica motivación de su existencia, el dinero. Estamos en la época de la Gran Depresión americana y todo el mundo sufre. Powell no tiene propiedades, excepto su vestimenta, su navaja y su vengativa fe.

- ¿Qué religión profesas, reverendo?
- La que el Señor y yo hemos convenido.

La necesidad de proteger a la infancia de la perversidad de los adultos parece una de las lecturas esenciales de esta película. Se aprecia con la siniestra música que acompaña al tren donde viaja Powell, rumbo a la casa de la viuda de Harper. El denso humo negro de la máquina alerta al público sobre la inminente llegada de un ser maléfico. La primera imagen que tienen los dos hermanos del reverendo es, precisamente, su amenazadora sombra proyectada sobre la pared de la habitación.
Al día siguiente, John se encuentra con ese hombre e instintivamente sabe que no se puede fiar de él. Tiene a su hermana en brazos y está seduciendo con su perfecta verborrea a su madre y a los dueños de la tienda, el matrimonio Spoon. Interpreta la Biblia como mejor le conviene y cuando les explica cómo es la lucha del bien y del mal, sus puños se entrelazan y pelean como si estuviera en una clase de párvulos: pero todos, salvo John, se quedan fascinados.
Powell conduce la farsa con maestría. Se ha propuesto entrar en la familia y todas sus acciones y palabras sirven para encandilar a la viuda y a esos habitantes del pueblo que son guardianes de las buenas costumbres y virtudes. A quien no consigue conquistar es al maduro hijo mayor de los Harper; cuando ayuda al niño a ajustarse la corbata, el rostro de Harry Powell parece el de un verdugo a punto de ahorcar a su víctima.
Rechaza a Willa en la noche de bodas con tal convicción que ella se convertirá en una fanática religiosa, una más entre las personas que acuden a los sermones de Powell. Al predicador se le resisten los dos hijos, a quienes presiona en exceso con sus preguntas sobre el dinero. Cuando Willa escucha desde la calle cómo insulta a sus pequeños, Powell decide asesinarla. La mata de forma implacable, sin remordimientos, de manera exageradamente teatral y en una habitación que parece un escenario expresionista de “El gabinete del doctor Caligari” (no es el único homenaje que la película rinde a las tendencias artísticas en la historia del cine).
Es posible que Kirk Douglas o incluso Burt Lancaster hubieran podido estar a la altura de Robert Mitchum en este papel. Pero dudo que alguno de ellos hubiera aportado su altivo porte y su increíble mirada. Por ejemplo, cuando miente a los Spoon y les asegura entre lágrimas que su esposa se ha fugado, levanta la cabeza y vemos unos ojos cargados de cinismo que sólo puede percibir el espectador: “No volverá, creo que eso puedo prometérselo”. Willa se encuentra en el fondo del río, como descubre fascinado el espectador ante las bellísimas imágenes que filmó Laughton.
Powell es un lobo sediento de sangre cuando acomete la persecución de los niños. La forma en que aúlla cuando ellos se escapan en la barca y su grito desgarrador resultan aterradores. A lo largo del camino, él no descansa. Le oímos cantar de forma perversa su tema religioso preferido, “Leaning on the everlasting arms”, mientras recorre la orilla del río a lomos de un caballo.

El lobo feroz espera un descuido del pastor.
Harry reaparece cuando John y Pearl han sido recogidos por Rachel Cooper, una mujer decidida y de buen corazón. El predicador conoce a Ruby, una de las niñas que viven en ese hogar de acogida, que le confirma dónde están los hermanos. La señora Cooper no se deja impresionar ni por la palabrería del reverendo ni por sus fingidas lágrimas y consigue hacerle huir.
Por la noche, consciente del peligro que representa ese hombre, estará alerta como un pastor ante la amenaza de una fiera. Cuando consigue herirle, la policía hará el resto. John no puede soportar que lo tiren al suelo para reducirlo y le coloquen las esposas. Sabe que el lobo no volverá a hacer más daño a nadie, pero no puede evitar pensar que esa fue la última imagen que le queda de su padre.

Curiosidades
- Harry Powers fue un estafador que atrajo a varias viudas mediante anuncios en periódicos con el fin de robarles el dinero y luego matarlas. Fue ahorcado en 1932 tras comprobarse que había asesinado a varias mujeres y niños a lo largo del estado de Virginia. El escritor Davis Grubb tomó como referencia a este individuo real para crear su novela “La noche del cazador” en 1953, que James Agee adaptaría al cine poco después.
- Harry Powell está considerado, por el American Film Institute, como el 29º mejor villano de todos los tiempos. El primero es Hannibal Lecter (Anthony Hopkins). Para el escritor Stephen King, se trata de uno de los más terroríficos personajes de la historia del cine.
- Cuentan que Charles Laughton odiaba cordialmente a los niños y tuvo muchos dificultades para rodar con los dos protagonistas infantiles de la película. Al parecer, Robert Mitchum estaba más pendientes de ellos que el propio director.
- El sorprendente fracaso del film, hoy considerado una de las grandes joyas del cine, decepcionó tanto a Laughton que ya no volvió a dirigir ninguna película.




jueves, 7 de octubre de 2010

Sefton

 (William Holden, "Traidor en el infierno")

Cartel promocional de la película.

El sargento J.J. Sefton es uno de los personajes más singulares y soberbios que ha dado el  cine de la II Guerra Mundial. Cínico, individualista y despreocupado, lamenta estar en un campo de concentración alemán, pero desprecia a los que van de héroes por la vida. Él ha decidido adaptarse al drama diario y vivir lo mejor posible. Su único compromiso es la supervivencia. No mueve ni un dedo para alcanzar la libertad ni para complicarle la vida a los nazis, porque de ellos obtiene lo que necesita. Su conducta provoca un ambiente de hostilidad en su contra que se agrava cuando los prisioneros del barracón comienzan a tener la certeza de que existe un traidor entre ellos.

“Yo no molesto a nadie. Vosotros podéis ser héroes, de esos que ponen el pecho ante las balas. Yo vivo aquí muy bien y procuraré estar lo más cómodo que pueda. Si tengo que comerciar con el enemigo para procurarme comida y un colchón mejor, lo haré cien veces”

“Traidor en el infierno" (“Stalag 17”, 1953), de Billy Wilder, es la primera gran película sobre campos de concentración, precedente de otra joya de este subgénero, “La gran evasión”. El director, un maestro en la composición de excelentes personajes, dibujó a Sefton a la medida de William Holden, quien en posteriores trabajos (“El puente sobre el río Kwai”, “Sabrina” o “Picnic”, por ejemplo) dejó algunas huellas de este cínico sargento.
Sefton utiliza los cigarrillos como moneda de cambio con los nazis para obtener puros, buen vino, café, huevos o cualquier artilugio que le permita conseguir más cigarrillos, ya sea un telescopio para observar a las prisioneras rusas o una máquina de destilería para transformar las mondas de patatas en aguardiente. Si estuviera en el frente sería como el Nicholas Holden (Tony Curtis) de “Operación Pacífico”, el soldado Kelly (Clint Eastwood) de “Los violentos de Kelly” o el soldado Corby (Bobby Darin) de “Comando”, personajes que, posiblemente, tomaron a Sefton como referencia.




Su clase social parece clara: Sefton está habituado a luchar para sobrevivir. Debió sufrir una dura infancia y la necesidad le obligó a espabilar para salir adelante en la vida. Por eso no es extraño que trate con desdén al teniente Dunbar, un oficial millonario que llega al campo tras haber realizado una acción de sabotaje. Y quizá por eso también los conceptos de honor, patriotismo y heroísmo no van con él.
Tampoco se arruga ante nadie, ni siquiera frente al agresivo Duke (Neville Brand), con quien mantiene a menudo un abierto enfrentamiento. Sabe que existe una gran hostilidad hacia él, pero lo afronta con sentido del humor y con mucha valentía, sobre todo al recibir la paliza de sus compañeros: “¿Por qué no lo hacéis uno a uno, cobardes?”, les grita a sus compañeros cuando le atacan.
Sefton es inteligente y tiene paciencia, virtudes que le permitirán descubrir primero cuál es el ingenioso sistema de comunicación que mantiene el auténtico traidor con los nazis; posteriormente averiguará su identidad. La escena en que revela a sus compañeros la verdad resulta sorprendente, emocionante, antológica. Aquí, por supuesto, no la voy a desvelar.
Ni siquiera cuando le toca jugar a ser héroe lo hace por convencimiento, por cuestión de honor, orgullo o por compromiso, sino por la recompensa que la familia del teniente Dunbar le podría pagar al devolver al millonario a su hogar. Aunque algo nos dice que, en el fondo, Sefton acabará estando muy orgulloso de su hazaña.

- Por cierto, ¿cuándo fue lo de Pearl Harbor?

- El 7 de diciembre del 41.
- ¿A qué hora?
- A las ocho. Yo estaba cenando.

- Las ocho en Berlín, en Cleveland era mediodía.

Price, Sefton, Duke y Hoffman. 

Curiosidades

- La acción de “Traidor en el infierno” transcurre en el campo de concentración Stalag 17, situado en Alemania, cerca del Danubio, durante los días 24 a 26 de diciembre de 1944. El narrador es Clarence Harvey Cook, “Cooky” (Gil Stratton), servil ayudante de Sefton.
- La película está basada en la obra de Broadway de Donald Bevan y Edmund Trzcinski, antiguos prisioneros de guerra en el Stalag 17B de Austria. Trzcinski aparece en la película como actor en un breve papel.
- Billy Wilder aseguró en el libro “Nadie es perfecto” (Wilder y Karasek), que dejó de trabajar para la Paramount tras recibir una propuesta que le disgustó: convertir al traidor en un polaco para que el público alemán aceptara mejor la película.
And the winner was...
- William Holden le pidió a Billy Wilder que introdujera alguna línea de diálogo para dejar claro que odiaba a los nazis. El genial director se negó en redondo a cambiar ni una sola frase del guión. Y eso que si alguien odiaba a los nazis era precisamente Wilder, que había sufrido la muerte de varios familiares tras su fuga de Alemania.- La excelente interpretación de William Holden en la película le valió el único Oscar de su carrera, superando a cuatro grandes estrellas: Marlon Brando (“Julio César”), Richard Burton (“La túnica sagrada”), Montgomery Clift  y Burt Lancaster (“De aquí a la eternidad”). Holden hubiera preferido recibirlo años atrás por su Joe Gillis de "El crepúsculo de los dioses".
- Aunque la película obtuvo un buen recibimiento en general, algunas críticas lamentaron que un tema tan dramático como era el de los campos de concentración se tratara con un elevado tono de comedia en el film de Billy Wilder. Era la época álgida de la “caza de brujas” en Hollywood y Estados Unidos se hallaba inmerso todavía en la guerra de Corea.