martes, 15 de marzo de 2011

Bess McNeill (Emily Watson)

("Rompiendo las olas")


"Rompiendo las olas" ("Breaking the waves", 1996) es una obra maestra. Se trata, además, de una película necesaria para la historia del cine y para comprender la dimensión creativa que posee este arte. Pero a mí no me interesan tanto la técnica y el estilo narrativo experimentales y su vocación vanguardista como la historia que cuenta y la actuación de sus intérpretes. Creo que "Rompiendo las olas" no sería lo que es, una maravillosa joya, si se tratase tan solo de una controvertida apuesta cinematográfica, antecedente del movimiento Dogma 95, entre cuyos fundadores se encuentra Lars von Trier.
El director danés posee un don especial para extraer magia de sus intérpretes. Sus obras muestran personajes con una extraordinaria carga emocional o con una enorme calidad humana. David Morse, Peter Stormare, Nicole Kidman o Stellan Skarsgard son algunos ejemplos, pero quienes sobresalen de manera sobrecogedora son dos actrices atípicas: la cantante Björk ("Bailando en la oscuridad", 2000) y Emily Watson, que en 1996 tuvo un impactante debut en el cine.
Emily Watson nunca había participado en una película hasta que el director danés la llamó con urgencia para que se aprendiera el papel de Bess McNeill: una mujer inocente, pura, generosa y con una enorme sensibilidad infantil. Bess siente un amor inmenso y enfermizo hacia Jan Nyman (Stellan Skarsgard), un forastero con quien se acaba de casar. Vive en un pequeño pueblo al norte de Escocia, donde sus habitantes se aferran a la doctrina calvinista, una de las más severas y tradicionales de la Iglesia protestante. Pero la joven se siente más a gusto cuando se somete a una especie de ritual de posesión de Dios: ella le habla como Bess, con los ojos suplicantes y abiertos, y ella misma contesta con voz grave y autoritaria, con los ojos cerrados, como si un ser etéreo se adueñara de su mente.
Viendo de nuevo la película, se me ocurren dos referencias cinematográficas del personaje de Bess, ambas del neorrealismo italiano: Gelsomina/Giulietta Masina ("La Strada", de Federico Fellini) y Nanni/Anna Magnani (episodio "El milagro" de "L'amore", de Roberto Rossellini). De Gelsomina tomaría la bondad extrema y su comportamiento infantil; de Nanni, su obsesión religiosa por el amor hasta la conducta paranoica; de ambas, el halo trágico que rodea sus respectivas vidas.
Ansiosa, enamorada, juguetona, inocente... Conocemos a Bess cuando un consejo de ancianos de la iglesia aprueba a regañadientes su boda religiosa con Jan, obrero de una plataforma petrolífera que trabaja en alta mar. Su mirada nos enamora porque apenas puede contener la felicidad, ni siquiera ante los severos semblantes de aquellos viejos recelosos de las tradiciones. Es una niña llena de emociones instintivas: se ilusiona con el amor, se impacienta cuando el novio llega tarde a la ceremonia, se enfurruña si algo le sale mal y pide perdón con humildad (a lo largo de la película pedirá perdón a menudo como si se sintiera perpetuamente culpable) cuando reconoce que su reacción es exagerada o injusta.
Es una mujer adulta con alma de niña e hipersensible. Quizá en una película más convencional nos hubieran explicado cómo conoció al hombre de su vida y cuál es el origen de su comportamiento. Excepto Jan, los demás personajes que la rodean saben que un trastorno mental, quizá originado por la muerte de su hermano Sam, provoca sus infantiles reacciones. Pero Lars von Trier no pierde el tiempo en explicaciones. Y ciertamente no las necesitamos. Suponemos que la muerte de su hermano le causó un trauma psicológico por el que tuvo que ser tratada en una clínica de salud mental, y que se enamoró de Jan al instante, en cualquier día que pudo disfrutar de permiso para abandonar la plataforma en alta mar.

Bess, feliz al lado de Jan.

Jan es otro ser puro y generoso. Corresponde a Bess sin reparos, le hace reír, la trata con un cariño exquisito y, sobre todo, le demuestra que el sexo es un placer y no la oscura perversión que le han enseñado. Ella aún es virgen cuando, en medio del banquete nupcial, se ocultan en un cuarto de baño.
-Hazme el amor.
- ¿Pero aquí? ¿No te gustaría un sitio más romántico?
- Este es precioso.
La boda es un ejemplo del contraste entre una sociedad religiosa muy arcaica y la espontánea alegría que transmiten Jan y sus amigos; estos fuman, beben cerveza, se divierten continuamente y se toman la vida como una experiencia para disfrutar; por contra, el sacerdote, los ancianos, la madre de Bess (Sandra Voe) y casi todos los vecinos son comedidos, serios y aburridos. Ni siquiera tienen campanas para anunciar la boda. Su cuñada Dodo (Katrin Cartlidge), la viuda de su hermano, es la única persona que le ha servido de guía, de amiga y de confidente durante años; no obstante, parece estar algo más adaptada a esa forma de vida tan grave y tan solemne, pese a que, como forastera, tampoco está plenamente integrada. Sólo Bess parece querer escapar de ese lúgubre ambiente. Para ella, hacer el amor es una completa liberación. "¿Cómo has aguantado? ¿Cómo lo has soportado sin estar con nadie?", le pregunta su marido. "Te estaba esperando a ti", responde.
Es tan feliz que puede soportar emocionada los profundos ronquidos de Jan, darle las gracias a su dios por el don del amor, quedarse asombrada con su marido ante la proyección de una película (parece descubrir el cine entonces) y provocar recelos entre la comunidad. Su dicha, o la expresión de su dicha, parece molestar a los vecinos. Ella incluso se atreve a protestar levemente por alguna de las normas inamovibles.
- Es una estupidez que sólo puedan hablar los hombres en la iglesia.
- Muérdete esa lengua, jovencita.
Jan tiene que regresar pronto a la plataforma y esa perspectiva mortifica a su mujer. Como la niña que es, llora sin consuelo; comiendo en casa de su madre y de su abuelo, se encierra en su habitación y se pone a sollozar de espaldas a la pared. Su madre le amenaza con devolverla al hospital si no cambia su comportamiento. Ella repite "lo siento" varias veces, como si esa amenaza fuera terrible. "¿Qué te hace a ti ser tan especial?", le reprocha. El amor que siempre da y que ahora recibe sería la respuesta, pero Bess no dice nada.
Dodo le confiesa a Jan que no se fía de él y le recuerda que su esposa es muy vulnerable, podría empujarla a hacer todo lo que él quisiera. "Ella es más fuerte que nosotros. Lo único que le pasa es que lo quiere todo", replica. Cuando Jan le entrega un regalo, se pone como una niña, feliz, sonriente, excitada. Es un vestido, pero da igual lo que sea, ella lo agradece todo.
Una de las escenas más impactantes de la película -y tiene mucho que ver para ello la técnica de cámara en mano que no deja de observar a Bess- se produce en la despedida. Ella se ha puesto furiosa, no puede soportar la marcha de su marido, se aleja y golpea una tubería con rabia. Parece estar tranquila cuando el helicóptero que lo viene a buscar está a punto de despegar, pero de repente su rostro se transforma, sale corriendo y gritando, abre la puerta para buscar a su marido y él tiene que calmarla de nuevo.

"Todo el mundo dice que te quiero demasiado".

Sin la compañía de su esposo, la vida de Bess se torna angustiosa. Habla con Dios, regresa a casa de su madre y pide siempre disculpas por haber expresado con vehemencia su felicidad. Es capaz de esperar durante horas y horas, encerrada en una cabina telefónica en la carretera, la llamada de Jan. Cuando suena, está dormida y es de noche, pero no le importa. Solloza al decirle que le quiere mucho.
- "Todo el mundo dice que te quiero demasiado, que si descubres cuánto te quiero, podrías disgustarte". 
Jan tardará unos días en volver. Bess se pone histérica porque su cuñada le ha roto un calendario en el que anota de forma obsesiva los días que faltan para el reencuentro. No es el primer ataque de nervios que sufre. Bess baja al acantilado a gritar como una posesa, precisamente donde rompen las olas. Quedan sólo diez días para su vuelta, pero ella no puede esperar.
Todas las conversaciones que mantiene con ese dios imaginario con el que desdobla su personalidad nos dicen mucho de la propia Bess. Olvidemos por un momento que es el dios en el que confía; supongamos que la Bess infantil e inmadura, trastornada por su propia bondad, habla en esos trances con la Bess inteligente, razonable, segura de sí misma, reflexiva y juiciosa. Ella sabe cómo debería ser, pero prefiere ser como es. Hay algo hermoso y mágico en esos encuentros furtivos que se producen casi siempre en la iglesia.
Jan sufre un gravísimo accidente cuando trata de salvar a su amigo Terry (Jean-Marc Barr) en la plataforma petrolífera. Cuando el sacerdote (Jonathan Hackett) se lo anuncia, Bess se desmaya. En el hospital no puede parar de llorar. Le aconsejan que se vaya, pero ella, como hacen los críos caprichosos que no quieren saber la verdad, se tapa los oídos para no escuchar la realidad. Horas más tarde le comunican que vivirá, aunque quizá no merezca la pena en las condiciones en que se quedará: paralítico y en la cama. Ella, sin embargo, sólo se queda con la primera parte, "vivirá", y sonríe sin pensar en las consecuencias. Sólo cuando habla con Dios parece calcular la realidad:
- Padre, ¿aún estás ahí?
- Claro que estoy aquí, Bess, lo sabes.
- ¿Qué está pasando?
- Tú querías que Jan volviera.
Pasa el tiempo. Jan sigue en el hospital, inmóvil, y Bess siempre está con él. Le habla hasta cuando está dormido. Su obsesión alerta a Dodo, que decide dirigirse al doctor Richardson (Adrian Rawlins) para que la trate psicológicamente. Tras su charla, durante unos días la veremos más alegre y divertida, convencida de que tendrá que hacerle la vida más agradable a su esposo. Lo han trasladado a casa en camilla y allí él le cuenta su inquietud: quiere que ella tenga un amante para que disfrute del sexo. La reacción de Bess le desarma: primero se marcha en silencio, incapaz de expresar en ese momento lo que siente, y luego regresa rabiosa e insultante: le llama "paralítico" despectivamente.

Jan le pide que tenga relaciones sexuales con otros hombres.

Jan está a punto de suicidarse tras ese incidente, pero no consigue tomarse las pastillas por muy poco. Como siempre, Bess vuelve dócilmente y pidiendo excusas por lo que ha hecho. El razonamiento de su esposo la convence un poco más: sin su amor no seguirá vivo y para que exista ese amor tiene que estar activo, si no se morirá. Por ello, le pide que elija a un hombre, que haga el amor con él y que luego se lo cuente. "Será como si tú y yo volvemos a estar juntos. Sólo eso me mantendrá vivo. Seremos tú y yo, Bess, hazlo por mí".
Su charla con Dios termina por convencerla. "Muéstrame que le amas de verdad y entonces le dejaré vivir", se dice a sí misma.
Su primera experiencia resulta frustrante. Elige al doctor Richardson. "He venido a bailar", le cuenta. Pero él la rechaza cuando se desnuda en su dormitorio. No puede explicarle por qué lo ha hecho. Comienza así un periodo de inmenso sacrificio en la vida de Bess. Por un lado, está segura de que si hace el amor con otros hombres eso le dará vida a Jan; pero tiene sus inconvenientes: a los ojos de la gente se va a convertir en una frívola y despiadada buscona que aprovecha el estado inerte de su marido para hallar placer en otros hombres. Cuando masturba al pasajero de un autobús, se baja mareada, vomita y llora de vergüenza y de asco. Su único consuelo sigue siendo su charla en la iglesia.
- Padre, perdóname porque he pecado.
- María Magdalena pecó, sin embargo es uno de mis seres más amados.
La joven esposa se siente presionada por todos los flancos. Dodo le reprocha que sea tan estúpida como para creer que puede salvar a Jan con ese comportamiento. "Una mujer debe pensar por sí misma. Lo que estás haciendo empeora las cosas". Jan no tiene bastante con lo que le ha contado, necesita mucho más. "¿Por qué te vistes así? Estás horrible. Pareces una viuda. Y no me he muerto. A lo mejor te gustaría que me muriera".
Bess se decide finalmente a actuar. Pide ropa más sexy, acude a una taberna y se le insinúa a un tipo, que la confunde con una prostituta. Ella llora amargamente cuando practican el sexo. Medio atontada, como si fuera un zombie, se deja ver en el hospital con su ropa tan provocativa. Sin poder defenderse ni explicar sus razones, primero tendrá que escuchar a su madre, que le habla con dureza; luego, con el doctor Richardson:

- Por Dios, ¿es que no ves que él te está obligando a que te folle cualquier hijo de vecino y que tú no eres así?
- Yo no hago el amor con ellos, hago el amor con Jan. Y le salvo de la muerte.

Ante el médico, que por sorpresa le declara su amor, muestra una asombrosa madurez, como si fuera otra persona capaz de un razonamiento superior. El espléndido diálogo, con un doctor desesperado y confuso, superado por una mujer a la que creía loca y estúpida, anticipa el camino a la destrucción que va a emprender Bess. Ella está tan convencida de salvar a su marido mediante el sacrificio como, según cuenta la tradición cristiana, el hijo de Dios salvó a la Humanidad con su muerte. Bess, al igual que Jesucristo, vuelve a hablar con su dios, pero por primera vez no encuentra respuesta.

Expulsada de la rígida iglesia protestante.

Estamos ante una película con un fondo religioso incuestionable. Lars von Trier, católico de padres ateos, pasa factura al protestantismo más severo e inflexible y se alinea con una mujer que está mucho más cerca del cristianismo genuino. La escenificación de su calvario tiene varias fases: el intento de sádica violación en el barco; su posterior expulsión de la iglesia y, por ende, de toda la comunidad; su intento de reclusión en un hospital psiquiátrico, tras haber firmado Jan el permiso pertinente; el desprecio de su abuelo y de su madre o el martirio de los niños que antes la saludaban con cariño y ahora la apedrean entre insultos. Humillada, herida y trastornada, el cura será incapaz de ayudarla cuando acuda de nuevo a esa iglesia implacable y despiadada.
Sólo Dodo acude y le cuenta que Jan se está muriendo. Bess sonríe: sabe lo que tiene que hacer, volver al barco donde la maltrataron. Dios vuelve a estar con ella mientras avanza camino de su particular crucifixión.
El desenlace de "Rompiendo las olas" se puede entender como un milagro. Una vida muere para que otra se salve. "Si tuviera que cambiar la palabra neurótica o psicópata la cambiaría por la palabra buena", dice el doctor ante el tribunal que juzga el trastorno mental de Bess. Pero la bondad no es una enfermedad y, ante los ojos de la comunidad, no ha habido ningún milagro, pese a que Jan ha escapado de la muerte y su vertiginosa recuperación le permite llevar sólo una muleta. Sin embargo, ¿por qué en ese pueblo sin campanario están sonando unas campanas? Jan, que llora amargamente, sabe la respuesta.

La película
"Rompiendo las olas" se puede considerar una película religiosa, muy al estilo de Carl Theodor Dreyer. Trier se fijó especialmente en "Ordet", "La pasión de Juana de Arco" y "Gertrud".
- Helena Bonham Carter iba a encarnar en un principio a Bess, pero rechazó el proyecto en el último momento y el director tuvo que llamar a última hora a esa actriz desconocida que era Emily Watson.
- La película pertenece a la trilogía "Corazón dorado", a la que también se adscriben "Los idiotas" y "Bailar en la oscuridad".
- El origen del film es, precisamente, un cuento de hadas infantil llamado "Corazón de oro", que el director leía de pequeño; es la historia de una niña de alma pura que se adentra en un bosque lleno de peligros.
- Lars von Trier tardó más de cinco años en acabar la película desde que tomó la idea, debido a que en algunas fases del proyecto se desencantó y no lo vio claro.
- La edición y el montaje de la película fueron muy audaces, sin reglas, al igual que el rodaje. El director dio libertad a sus intérpretes para que se movieran como quisieran. En unas pocas ocasiones captamos incluso la mirada de Emily Watson sobre la cámara, como pidiendo consejo o autorización, y Lars von Trier decidió incluir esos planos. El uso de video y de la cámara en mano le dieron el sello definitivo de película anticonvencional.
- El éxito del film se vio acompañado por el Gran Premio del Jurado en Cannes, el Goya a la Mejor Película Europea, la nominación al Oscar de Emily Watson como mejor actriz y algunos galardones más.




4 comentarios:

  1. ni la película ganó la palma de oro ni ganó el globo de oro emily watson. un poco de documentación antes de escribir.

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  2. Gracias por avisarme de los errores que ahora he podido corregir. Un saludo.

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  3. Una de mis favoritas de Trier. Emily Watson esta estupenda en este papel, desde entonces siempre que la sigo o aparece, no ha hecho más que convencerme de su grandeza.

    Saludos
    Roy

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    1. Coincido contigo en todo, Roy. Me gusta muchísimo esta actriz. También en la última en que le he visto, War horse.
      Un saludo

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