“Hay que saber esperar. Sentir el aroma y esperar,
ese es el placer. ¿Entiendes?”
Junio de 1941. Un grupo de soldados italianos, al mando del teniente Raffaele Montini (Claudio Bigagli), desembarca en la isla griega de Megisti (Castelrosso), la más pequeña del mar Egeo, para ocuparla en misión de observación. Excepto el sargento Nicola Lorusso (Diego Abatantuono), que se empeña en mantener cierta disciplina militar, nadie se toma demasiado en serio el asunto, sobre todo al comprobar que no parece haber ni un alma en la isla. Cuando sus habitantes dan señales de vida, la situación se relajará de tal manera que los soldados vivirán unas vacaciones de más de tres años. Italia les ha olvidado por completo.
“Mediterráneo” fue una de las sorpresas más agradables que destapó la notable cosecha cinematográfica de 1991. La película de Gabriele Salvatores irrumpió con toda su frescura y su delicioso mensaje vitalista en medio de un clima político y social muy convulso por las guerras que se libraban, o estaban a punto, en Afganistán, el Golfo Pérsico y la antigua Yugoslavia. Además de esta lógica lectura, la película formó parte de la llamada "trilogía de la fuga" del director, junto con "Marrakech Express" (1989) y "Turné" (1990): tres obras que son cantos a la amistad y al deseo de escapar de una realidad adversa, con el propósito de encontrar la felicidad.
Básicamente, de eso va "Mediterráneo", una comedia coral, repleta de personajes inolvidables, que transcurre casi por completo en la isla griega. Los protagonistas son abandonados a su suerte por el ejército italiano, aliado de Hitler al principio. Hundido el barco que les había transportado y sin radio para comunicarse con el exterior, se verán aislados y desorientados en un territorio bellísimo pero desconocido. No saben a qué atenerse.
El sargento y el teniente, al llegar a la isla. |
El teniente Montini es uno de los primeros en adaptarse al lugar y a las circunstancias, como si la guerra hubiera acabado para él nada más llegar a territorio griego; siempre a su lado está su ayudante, el idealista Antonio Farina (Giuseppe Cederna); el grupo lo completan Eliseo (Gigio Alberti), que destroza la radio cuando sus compañeros matan por error a su burra Silvana; los hermanos Líbero y Felice Munaron, dos montañeses que se sienten más cómodos lejos del mar; Luciano Colasanti (Ugo Conti), el telegrafista, que vive a la sombra del sargento Lorusso, y Corrado Noventa (Claudio Bisio), siempre dispuesto a fugarse para ver a su mujer y conocer a su hijo. "Todo teníamos más o menos la misma edad en que no se sabe si formar una familia o perderse por el mundo", explica el narrador, el teniente Montini.
De todos ellos, sobresale la figura de Nicola Lorusso, un sargento de oficio, curtido en muchas batallas. Participó en la Guerra Civil española y completó toda la campaña en África. Sus maneras son rudas e impulsivas. Es valiente, decidido y vehemente. Le gusta gritar y gesticular, aunque no parece un militar autoritario, sino en cierto sentido comprometido con sus hombres. Nada más llegar al pueblo, es el primero en arriesgarse y forzar una puerta, mientras los demás se resguardan y cubren su espalda. Sin duda, es de los que piensan que un sargento debe dar ejemplo a la tropa.
Tantos años en la guerra le han proporcionado un lenguaje que aplica a cualquier conversación, lo que resulta cómico a menudo. Cuando se produce un pequeño tiroteo por culpa de una gallina que asusta a Farina, trata de explicar la situación como mejor sabe:
- “Mi teniente, yo lo he visto todo. Farina ha sido agredido por un pollo y se ha resistido. Justamente, según mi opinión. Entonces, la tropa, nerviosa… porque aquí el factor sorpresa ha jugado un papel muy… o sea, hemos sido atacados por los pollos griegos”.
Nicola Lorusso debió aprender de muchos mandos a lo largo de su carrera. Es temperamental, impaciente y malhablado, seguramente porque así fueron con él otros sargentos. Su particular manual le dicta que debe levantar la moral de los soldados siempre que sea preciso, hacerse respetar y, a la vez, conseguir que la tropa le considere alguien muy cercano. Para ello, tiene que bromear, insultar y preocuparse por los problemas de los demás.
- Farina: ¿Por qué grita siempre, sargento? Más valdría que echase una mano.
- Lorusso: ¡El sargento Lorusso grita cuando le sale de las pelotas! ¡Porque desde que el mundo es mundo, el sargento es una persona que grita! ¿Está claro? ¿Está claro?
Jugando al fútbol en la playa. |
Pasa el tiempo y no ocurre nada. La vida transcurre de forma apacible y tediosa para quien no se deja llevar, como sí le sucede al teniente, por los encantos, la historia y las vibrantes sensaciones que transmite la isla. Lorusso sigue alerta, preocupado por el hastío y la apatía de sus hombres. Como militar, sabe que semejante situación puede conducir al fracaso, aunque ignora cómo elevar la moral del grupo: sólo se le ocurre hacerles cavar una buena trinchera o simular un ataque enemigo. Cuando la población aparece de repente -mujeres, niños y ancianos se han ocultado hasta estar bien seguros de que no iban a actuar como los nazis-, el sargento dicta su primera amenaza: "Al primero que lo vea tocando una mujer, una gallina o un pollo le monto un consejo de guerra", les grita.
Pero ni siquiera él será capaz de cumplir sus órdenes cuando aparezca la bella Vassilissa (Vanna Barba), una prostituta que llegó con los alemanes y se quedó en la isla para ejercer su profesión. Al principio le cuesta explicar a los italianos qué es lo que quiere exactamente, hasta que encuentra la palabra.
- Vassilissa: Yo soy puta.
- Lorusso: ¿Puta en griego...?
- Colasanti: Es un putón.
- Lorusso: ¡Hombre, un poco de respeto!
- Vassilissa: ¡Eso, un putón!
- Lorusso: ¡Bravo! ¡Bravo!
- Vassilissa: ¿Interesa?
- Lorusso: Bueno, tendré que... echar un vistazo a las ordenanzas, que son muy... pero creo que... sí, puede interesar.
El sargento no sólo será el primero en acostarse con Vassilissa, sino que organizará las citas de lunes a domingo, con un día de descanso, y el orden de sus hombres para acudir a casa de la prostituta. A partir de ese instante, Lorusso se relajará como ya lo estaban, más o menos, todos sus compañeros. Por fin se ha quitado su ropa militar y va todo el día en camisa y calzones. Juegan al fútbol en la playa, ante la divertida mirada de los habitantes de la isla, y la misión de observación ha quedado olvidada. Los únicos que se lo toman un poco más en serio son los hermanos Munaron, de guardia permanente en una montaña árida frente a la isla, aunque con una agradable sorpresa, la compañía de una joven pastora con la que vivirán ambos una idílica relación.
La llegada de un mercader turco va a ser el último conato de rebeldía de Nicola Lorusso frente a la placidez que están disfrutando. Quiere requisarle la barca, salir de aquel paraíso y regresar a los frentes de guerra para sentirse útil. Pero el opio que, hábilmente, les va suministrando el turco durante toda la noche, aplacará su resistencia. No sin antes expresar a su manera (con esos circunloquios tan cómicos) que tal vez no estén haciendo lo correcto al olvidarse de la guerra:
- No estoy de acuerdo con la actitud de laxitud y relajo que se ha difundido entre vosotros; siendo un compañero no puedo, no puedo, no seguir la corriente, es decir, no puedo alinearme en contra de la mayoría, digamos. Comprendo también vuestra actitud de rebelión frente a la autoridad debida a una absoluta ocultación de la circunstancia del Estado...
- ¿Pero qué coño estás diciendo, Lorusso?, se ríe el teniente.
Sedados por el opio que les ha regalado "No sé", como llaman al turco, éste aprovecha para robarles todo, incluidas las armas. Definitivamente, la misión militar ha dejado de existir y los deseos de estar en guerra desaparecen incluso cuando el Pope (sacerdote) de la isla les ofrece el arsenal que guardan los habitantes. De repente, Lorusso se ha convertido en el más descreído de todos. Se siente traicionado por su país, y desconcertado, además, cuando un piloto que ha aterrizado por una leve avería les comunica que Italia ha cambiado de bando y lucha ahora con los aliados.
Colasanti masajea al sargento. |
Mientras Colasanti le hace un masaje, él reflexiona en voz alta, delante de dos niños. Una sola vida no le basta ahora: "¿Sabes que cada vez que veo una puesta de sol se me encogen los huevos porque ha pasado otro día?". Quisiera vivir todos los días siempre en buena compañía, "y las noches me gustaría pasarlas solo, solo o con una zorra que esté buena", puntualiza.
¿Qué se puede hacer cuando tu país te abandona en una isla paradisíaca, pasan los años y no se acuerda de ti? El sargento lo tiene claro: adaptarse al lugar, vestir como los aldeanos, jugar con los ancianos, disfrutar de los placeres cotidianos, aprender a bailar el sirtaki y a beber el ouzo, el raki o su café. "Hay que saber esperar. Sentir el aroma y esperar, ese es el placer, ¿entiendes?", le cuenta al impaciente Noventa, que sigue obsesionado con escapar de la isla.
Uno de los placeres habituales para los soldados está a punto de terminarse. Farina se ha enamorado de Vassilissa y no permite que nadie se acerque a ella. Aunque Colasanti acaba herido en un brazo por el disparo de Farina, no se lo tendrán en cuenta. Y mucho menos, Lorusso, que siente cariño hacia ese joven tan tímido y sensible. Tras la boda, el novio tiene que cumplir un ritual y romper el vaso del brindis para disipar así cualquier maleficio sobre la pareja; pero el cristal rebota, da vueltas y sigue intacto en el suelo. Sonriente, Lorusso pondrá su bota sobre el vaso y lo hará pedazos. Simbólicamente, el sargento vela por su soldado incluso en esos momentos.
Pese a su aspecto rudo, varonil y castrense, su visión del mundo es muy amplia. Tras la boda de Farina con Vassilissa, echa en falta una mujer. Incluso le gustaría sentirse enamorado. Todo esto se lo cuenta a Luciano Colasanti, su inseparable compañero:
- Empiezo a sentir la necesidad de una persona, de alguien. De estar enamorado.
- Sargento, quizá esa persona podría ser yo. Sargento, me he enamorado de usted.
Lorusso no sabe qué hacer ni hacia dónde mirar. Se siente incómodo, aunque cuando pase el tiempo no le dará más importancia y tratará a Colasanti como siempre, sin escandalizarse ni reprocharle esa actitud que, inmersos en una guerra y en pleno 1944, podría acarrearle problemas.
Italia ha sido liberada y los hombres de la isla regresan. Con ellos llegan los ingleses, que rescatan al grupo para devolverlos a su país. El único que se resiste es Farina, recién casado y con planes de futuro en la isla, que se ha ocultado para quedarse. Nicola Lorusso lo encuentra y trata de convencerle sin entusiasmo. "Construiremos un país grande y bonito, te lo prometo", le explica. Pero ni él mismo se lo cree.
Han pasado más de cuarenta años. El teniente Montini, ya anciano, desembarca en la isla tras saber que su ayudante Antonio Farina se ha quedado viudo. Y se encuentra con Nicola, que llevaba un tiempo viviendo allí, decepcionado por lo que ocurrió en su país. "En realidad no se vivía tan bien en Italia; no nos dejaron cambiar nada". Y la mirada del sargento se posa sobre el mar Mediterráneo, testigo inmóvil de placeres, tragedias y sentimientos a lo largo de los siglos. Con razón, Lorusso necesitaba más de una vida para sentirse libre.
Imagen promocional de la película. |
La película:
- El rodaje de la película duró nueve semanas. Como en la isla Castelrosso sólo había un hotel, la mayoría del equipo tuvo que alojarse en casas de pescadores.
- En 1992 consiguió el premio Oscar al mejor film extranjero. Además, se llevó tres premios Donatello, de Italia, entre ellos a la mejor película del año 1991.
- Diego Abatantuono es amigo íntimo de Gabriele Salvatores y su actor fetiche, ya que ha participado en casi todas sus películas desde la década de los años 80. Ugo Conti (Colasanti) y Claudio Bisio (Corrado Noventa) son otros de sus actores habituales.
- "Mediterráneo", que recoge el gusto por la comedia exquisita y simpática y por la nostalgia, como "Cinema Paradiso" (1988), consiguió despertar la casi olvidada comedia italiana, que a partir de ese año ofreció otros títulos interesantes.
- Diego Abatantuono es amigo íntimo de Gabriele Salvatores y su actor fetiche, ya que ha participado en casi todas sus películas desde la década de los años 80. Ugo Conti (Colasanti) y Claudio Bisio (Corrado Noventa) son otros de sus actores habituales.
- "Mediterráneo", que recoge el gusto por la comedia exquisita y simpática y por la nostalgia, como "Cinema Paradiso" (1988), consiguió despertar la casi olvidada comedia italiana, que a partir de ese año ofreció otros títulos interesantes.
Hola Kaplan. Hemos lanzado un concurso para bloggers expertos de cine. Te interesa? Te dejo el link: http://www.guiadelocio.com/blogs/las-7-magnificas. Las bases están aquí: http://www.guiadelocio.com/blogs/las-7-magnificas/bases-del-concurso-las-7-magnificas
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Gracias y un saludo,
Roberto
Hola Roberto. Gracias por invitarme al concurso. Sé la respuesta (personaje, actor y película), pero lo que no sé es cómo se publica en mi blog y en Twitter. Si consigo hacerlo, encantado de participar.
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