domingo, 6 de febrero de 2011

Sally Albright

(Meg Ryan, "Cuando Harry encontró a Sally")

Altiva, orgullosa, metódica, encantadora.

"Te quiero cuando tienes frío a 21 grados; te quiero cuando tardas una hora para pedir un bocadillo; adoro la arruga que se te forma aquí cuando me miras como si estuviera loco; te quiero cuando, después de pasar el día contigo, mi ropa huele a tu perfume; y quiero que seas tú la última persona con la que hable antes de dormirme por las noches". (Harry a Sally)

Existe la peligrosa tendencia de reducir la excelente "Cuando Harry encontró a Sally" ("When Harry met Sally", 1989) a una sola escena, la del orgasmo fingido de Meg Ryan en un restaurante. Se trata, sin duda, de un momento ingenioso y magnífico, pero la película posee tal riqueza emocional que me parece injusto resumirla en un divertido gag. Su interés no sólo radica en el lúcido análisis de las relaciones de pareja, en la perfecta sintonía entre los dos personajes centrales, en su divertido planteamiento o en el romanticismo que respira cada fotograma; además, se trata de una comedia innovadora, que recuperó, en el momento oportuno, el camino que había abierto años atrás Woody Allen -verdadero inspirador de esta obra- con "Annie Hall" y "Manhattan".
La película de Rob Reiner, apoyada en un inteligente guión de Nora Ephron, acabó en 1989 con una década de comedias banales, juveniles o poco trabajadas que, por regla general, se realizaron en Hollywood en los años 80. El filón de "Cuando Harry encontró a Sally" se explotó en posteriores films, a veces con los mismos intérpretes, director o guionista, y ha servido de base para algunas de las series televisivas que han triunfado en los últimos años.
Meg Ryan (Margaret Mary Emily Anne Hyra, para más señas) salió de esta película convertida en la musa de la moderna comedia romántica: "Hechizo de un beso", "Algo para recordar", "Cuando un hombre ama a una mujer", "French kiss" o "Tienes un email" reforzaron esa imagen de chica soñadora, simpática y un tanto sensiblera. Sus personajes poseen un indudable atractivo físico, aunque muy poca sensualidad. Esa imagen se fue diluyendo poco a poco debido, principalmente, a que el prototipo se repitió hasta la saciedad.
"Cuando Harry encontró a Sally" es una obra maestra por muchos motivos, pero la admirable química entre Meg Ryan y Billy Cristal es probablemente el más evidente. El cómico interpreta de una manera magistral a Harry Burns. Simplemente genial. Es un tipo pesimista, divertido, mordaz, extrovertido, inteligente, inseguro, insolente, descarado y depresivo, entre otras características. Su personaje está trabajado a la perfección, aunque es obvio que toma el modelo de Alvy Singer (Woody Allen, "Annie Hall"). Algún día me detendré en él como se merece.

"Casablanca" y "Annie Hall", dos modelos para esta película.

Harry Burns y Sally Albright conectan a la perfección con el espectador porque son demasiado reales e imperfectos; no tienen, por ejemplo, el halo mítico e inalcanzable de Rick Blaine e Ilsa Lund ("Casablanca"), personajes a los que, de manera consciente, aluden en más de una ocasión a lo largo de la película. Harry y Sally sufren desengaños amorosos, son inseguros y no tienen muy claro si el sexo es la frontera que separa la amistad del amor.

Primera fase: Amor-odio
Sally es perfeccionista, ordenada, orgullosa, metódica, pudorosa y muy exigente. Su primer encuentro con Harry, en 1977, la desquicia. Nada más sentarse en el coche, para emprender el largo viaje que les va a llevar de Chicago a Nueva York, él se pone a comer uvas de manera ruidosa, escupiendo los granos por la ventanilla. Ambos son estudiantes universitarios, pero proceden de dos universos diferentes. Harry le contradice en todo, desde el verdadero significado del final de "Casablanca" hasta si realmente ha disfrutado haciendo el amor. Ella se escandaliza ante las opiniones, aparentemente firmes y seguras, de ese tipo engreído que no cree en la amistad entre hombre y mujer:

- Estás equivocado, yo tengo muchos amigos varones y para nosotros el sexo no cuenta para nada.
- No es cierto.
- Sí es cierto.
- No es cierto.
- ¡Sí es cierto!
- Sólo tú crees que es así.
- ¿Insinúas que me acuesto con todos mis amigos sin siquiera saberlo?
- No, lo que insinúo es que todos ellos quieren acostarse contigo.

Sally es exigente hasta límites sorprendentes. En el restaurante donde cenan deja boquiabierto a Harry cuando pide el postre. "Lo que quisiera es que me calentara la tarta; y no quiero el helado encima, lo quiero a un lado; y me gustaría de fresa si lo tienen, en vez de vainilla; si no, no quiero helado, quiero nata montada; pero sólo si es natural, si es de lata no quiero nada".
De Sally Albright desconocen muchos datos, pero el personaje es tan fascinante que realmente poco importan. No sabemos nada de su familia ni de su origen; tampoco de sus aficiones e incluso de cómo le va en el trabajo, si es ambiciosa o eficaz. Sabemos que es periodista, pero en ningún momento del film tenemos más indicios de su profesión.
Cuando se despiden en Nueva York, de una manera fría y un tanto brusca, nos queda la sensación de que ambos se quedan con ganas de prolongar esa relación en apariencia odiosa. Cinco años más tarde se encuentran en otro viaje, esta vez en un avión. Sally, que ya es periodista, tiene novio y Harry está a punto de casarse. Para ella es un reencuentro incómodo porque, además de estar enamorada, ha descubierto que algunas de las impertinencias de ese asesor político con incontinencia verbal son certeras. No obstante, en ese tiempo hay algo nuevo en su carácter: cierto sentido del humor. "Harry, tal vez no te lo creas, pero nunca he pensado que el hecho de no acostarme contigo fuera un sacrificio".

Segundo encuentro y desencuentro.

Segunda fase: Amistad
Han pasado de nuevo otros cinco años. La mujer de Harry se ha marchado con otro hombre y Sally ha roto con su novio. Tiene ya treinta años, lo que para sus amigas Marie (una espléndida Carrie Fisher) y Alice (Lisa Jane Persky) (ambas precursoras de los personajes de "Sexo en Nueva York" o "Mujeres desesperadas") empieza a ser un problema a tener en cuenta.
Cuando Harry se reencuentra con Sally en una librería, la tensión negativa que existía entre ambos  desaparece al instante. Él ha abandonado esa pose de cínico sabelotodo y hasta recuerda su nombre. Ella se siente reconfortada porque no tiene que aparentar ningún estado de ánimo diferente para ocultar su frustración amorosa. A él le puede confesar que rompió su relación porque quería formar una familia y su novio no. Súbitamente ha nacido una amistad basada en la necesidad de compañía, en la sinceridad y en el afecto.
- ¿Te gustaría cenar alguna noche conmigo?
- ¿Quieres decir que ya somos amigos?
- Bueno... sí.
- Estupendo, una amiga mujer.
Llega un dulce periodo de confidencias y de cariño mutuo. Hablan a todas horas, de sus aficiones, de sus pequeños defectos y de sus respectivas maneras de entender la vida. Ella sigue siendo meticulosa y ordernada. Por ejemplo, introduce las cartas en un buzón una por una, mientras él se desespera y acaba cogiendo el fajo entero para meterlo de una vez. "Ingrid Bergman era poco exigente; tú eres de las peores, eres muy exigente pero te crees poco exigente", le reprocha con afecto. Decía antes que "Casablanca" tiene un sentido especial para ellos. En realidad, Ingrid Bergman representa sus desengaños amorosos. Harry y Sally son, más bien, Humphrey Bogart y Claude Rains, que están en el inicio de una hermosa amistad, como la de ellos.
Las citas que tienen con otras personas fortalecen su propia relación, porque no tienen reparos en contarse todos los detalles con absoluta confianza. Se crea un clima de complicidad que supera el que existe entre Harry y su mejor amigo, Jess (Bruno Kirby). Éste no entiende esa relación sin atracción sexual ni tampoco la afinidad repentina que ha surgido entre ambos. Harry multiplica sus citas, pero eso no parece importar a su amiga. Lo único que le reprocha es que huya de esos ligues enseguida, como si fueran mujeres de usar y tirar.

Sally le demuestra a Harry que el orgasmo también puede ser ficción.

- La mayoría de las mujeres han simulado el orgasmo.

- Pues conmigo no lo han simulado.
- ¿Y tú cómo lo sabes?
- Porque lo sé.
- Oh, claro. Lo olvidaba. Eres hombre.

En esta escena, los gestos tienen tanta importancia como las palabras, sobre todo cuando ella termina de masticar, se limpia con la servilleta y empieza a fingir que está llegando al éxtasis. La cara de circunstancias de Harry y la sorpresa y el deseo de los comensales que les rodean acompañan la perfecta representación de Meg Ryan, aunque el gag, en realidad, lo firma una de las clientes (la actriz Estelle Reiner, madre del director), que le comenta al camarero: "Tomaré lo mismo que ella".

Tercera fase: Atracción

Llega la fiesta de Año Nuevo. Harry y Sally celebran juntos esa noche porque no tienen pareja. Bailan en un cotillón y bromean. Sus mejillas pueden juntarse sin peligro. O eso cree ella: cuando sus rostros se acercan en el baile, advierten una extraña sensación, como si el deseo mutuo estuviera a punto de cautivarles. Salen a la terraza para romper ese hechizo y observan cómo las parejas se besan para celebrar las campanadas del nuevo año. Sus labios se rozan y finalmente se abrazan como amigos. La escena es magnífica. En apenas unos segundos hemos descubierto que su amistad no es una barrera inquebrantable. Pueden enamorarse.

Cuando Marie encontró a Jess.

Una de las escenas más logradas transcurre durante la cena en la que sus respectivos amigos, Marie y Jess, se conocen por fin. Harry convence a Jess para tener una cita con Sally y ésta arrastra a Marie para que salga con Harry. Nadie se siente cómodo porque no existen puntos en común... hasta que a Marie se le ocurre decir que los restaurantes son para la gente de los 80 lo que los teatros eran para la gente de los 60. Está repitiendo una cita que Jess escribió en una revista. Ambos se quedan entusiasmados y se olvidan de sus respectivas parejas, mientras Harry y Sally nos lo dicen todo mientras se miran en silencio, casi humillados, conscientes de que están siendo testigos de un inesperado flechazo.
Ambos se sienten atraídos aunque mantienen esa relación de camaradería. En una fiesta en casa de Marie y Jess, que no han perdido el tiempo y ya viven juntos, los dos sienten celos ante sus respectivos acompañantes. Y por primera vez, Harry le miente a ella. "¿Emily es la tía Emily?", pregunta ofendida al saber que le ha ocultado el nombre de su pareja.
La amistad ya no suple las carencias sentimentales. Harry sufre una depresión cuando vuelve a ver a su ex mujer con otro hombre. Y Sally lo pasará mucho peor al enterarse de que Joe va a casarse. Sufre una crisis emocional y llama a su amigo para que la consuele. "Acaba de conocerla, se supone que tendría que ser una mujer de transición, no la definitiva", lamenta entre sollozos interminables. Es difícil interpretar una escena en la que apenas puedes hablar y hay que estar pendiente de las lágrimas, pero Meg Ryan sale airosa y muy convincente, entre lo dramático y lo cómico.
- ¡Voy a cumplir los 40!
- ¿Cuándo?
- ¡Algún día!
- Eso es dentro de ocho años.
- ¡Pero me están acechando!
Harry la reconforta de tal manera que sus abrazos y besos de cariño terminan siendo abrazos y besos de amor, por iniciativa de ella. Recuerda mucho, en este sentido, al momento de pasión de "Cabaret" (1972), cuando Sally Bowles y Brian Roberts dejan de ser amigos para ser amantes. La diferencia es que algo sale mal, fatal en realidad. Tras hacer el amor, Harry sufre un ataque de pánico, mientras ella se siente feliz. Él desea escapar cuanto antes, como le ocurre con tantas mujeres. Sólo que esta vez no puede engañarle, porque ella sabe perfectamente cómo se comporta él con sus ligues. Esta vez no va a poder colar una excusa y marcharse a las tres de la madrugada para contárselo al día siguiente a su amiga, porque se trata de ella.

Harry, aterrado, y Sally, feliz, tras romper su amistad por el amor.

Cuarta fase: Desengaño
Sally sufre una profunda decepción cuando él se marcha temprano, le da un beso en la frente y actúa como si esa noche no hubiera existido. "Me gustaría invitarte a cenar si estás libre", le dice para despedirse. Lo que han hecho ha sido un error fatal, porque ya no podrán volver a ser amigos y las perspectivas de convertirse en una pareja enamorado son bastante negras. Durante la cena, Sally descubre con preocupación que ya no tienen nada que decirse, porque han pasado a un nivel en el que las confidencias son imposibles, sobre todo si les afecta a ambos.
Sólo Sally Albright parece consciente del tremendo cambio que han experimentado sus vidas, porque él se sigue comportando como siempre. Durante la boda de Jess y Marie se siente incómodos cuando se miran; y ella le deja claro que el juego se ha terminado, ya no quiere saber nada de sus ligues ni le va a contar los suyos. "Los dos admitimos que fue un error", trata de explicar Harry. "¡El peor de mi vida!", le replica dolorida, antes de estallar en indignación cuando él le recuerda que hicieron el amor porque le dio lástima.
Llega de nuevo la Navidad. Sally y Harry hace tiempo que no se ven; ella no quiere saber nada de él, porque la situación le hace daño. Intenta rehacer su vida, consciente de que la amistad que busca él es imposible y el amor que desea ella no se lo va a ofrecer. "Las cosas han cambiado, ya no soy tu tabla de salvación", le explica por teléfono cuando le invita a celebrar el Año Nuevo.

Quinta fase: Amor
Durante la fiesta de Nochevieja, Sally se aburre, no conecta con nadie, sólo piensa en Harry. Sabemos que está enamorada de él, pero no está dispuesta a rebajar ese sentimiento para adecuarlo a sus pretensiones. Su relación depende de Harry, que en esos momentos está poniendo en orden sus emociones. Cuando tiene claro que quiere pasar el resto de su vida con la que fue su amiga, se lanza a correr por las calles para encontrarse con ella. Se habían odiado, fueron amigos y ahora se enamoran. Han tardado doce años en darse cuenta hasta llegar a un final previsible y feliz. ¿Pero acaso los finales felices tienen que ser los peores?

Curiosidades
- Molly Ringwald y Albert Brooks rechazaron los papeles que interpretaron finalmente Meg Ryan y Billy Cristal.
- La personalidad de Sally Albright toma como modelo a la de la guionista Nora Ephron, mientras que el carácter depresivo de Harry Burns es un calco de Rob Reiner, según confesó el propio director.
- Cuando Reiner comprobó lo exigente que era Nora Ephron para elegir la comida, se le ocurrió añadir en la película un par de escenas cómicas en las que el personaje de Sally recuerda a la guionista. En un viaje en avión, cuando Ephron empezó a ser quisquillosa con la comida, una azafata le hizo ver que se parecía "a la de 'Cuando Harry encontró a Sally'".
- La escena del orgasmo fingido fue idea de Meg Ryan, mientras que la frase que pronuncia una de las clientes del local ("Tomaré lo mismo que ella") fue sugerencia de Billy Cristal. Rob Reiner le propuso a su madre que pronunciara esa frase, hoy en día considerada la 33ª mejor frase de la historia del cine, según el American Film Institute.
- El restaurante Katz Deli, donde se filmó la famosa escena, conserva en la mesa donde se sentaron los protagonistas una placa que pone "Felicidades, está sentado donde Harry encontró a Sally".
- El American Film Institute también considera que la película está entre las diez mejores comedias románticas de todos los tiempos.
- Lo que más les costó decidir fue el título de la película. "Just friends", "Words of love", "It had to be you", "Harry, this is Sally" o "Blue moon" fueron algunas de las sugerencias barajadas. La guionista reconocería años más tarde que lo único que cambiaría de la película seguía siendo el título.
- Los segmentos de entrevistas que aparecen a lo largo de la película son de matrimonios reales, que explican sus experiencias verdaderas. En un detalle muy brillante, Reiner incorporó como si fueran reales los testimonios de Harry y Sally.




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