martes, 1 de febrero de 2011

Tom Ripley

(Alain Delon, "A pleno sol")

Tom Ripley utiliza todos sus recursos para seducir a Marge.

Tom Ripley es uno de mis personajes literarios favoritos, pero lo descubrí -como tantas otras cosas- gracias al cine. Mi entusiasmo por "Extraños en un tren", de Alfred Hitchcock, me llevó a la novela; su lectura despertó mi interés por su autora, la extraordinaria Patricia Highsmith; enseguida reparé en sus restantes novelas y, sobre todo, en ese fascinante individuo que lleva una doble vida: es un asesino, pero sólo mata para mantener su privilegiada posición social. Ni la escritora ni los lectores somos capaces de juzgar sus actos. Es un apasionado del arte (y de la falsificación), de la música clásica, de los vinos más selectos, de la jardinería, que practica en su espléndida finca francesa de Belle Ombre, y de la buena vida. Algo así como James Bond, pero sin licencia para matar y con una ambigüedad sexual un tanto disimulada.
Gracias a su boda con la rica heredera Héloise Plisson (quien tampoco le juzga, aunque sospeche algo), Tom no necesita más que uno o dos crímenes al año, los suficientes como para borrar huellas del pasado o recuperar su status social si está en peligro. Es un ser amoral y sin conciencia, pero nos cae francamente bien. Cuando le acecha el riesgo sufrimos con él, sobre todo gracias a la habilidad de Highsmith para mantenernos en una tensión a veces insoportable.
Sin embargo, ese Tom Ripley del que hablo es muy diferente al de la primera novela, "The talented Mr. Ripley" (1955), que el director francés René Clément llevó a la pantalla bajo el título de "A pleno sol" ("Plein soleil", 1960). En esta obra descubrimos las raíces de su comportamiento, su inseguridad juvenil y su incipiente ambición. En posteriores novelas comprenderemos que esa codicia nunca va a más: una vez que ya ha conseguido disfrutar de los placeres de la vida, sólo quiere mantenerlos, como un hedonista sin más aspiraciones.
Alain Delon, uno de los actores más deslumbrantes que ha dado el cine, tal vez no encajaría en un Ripley más maduro, el de las posteriores novelas (será una fijación, pero siempre pienso en el rostro firme, sereno y amable de Ed Harris para ese evolucionado personaje), aunque está francamente insuperable en "A pleno sol". Como lo está en esos papeles tan sórdidos y desapasionados del cine negro francés de los años 60-80, que incluye a dos soberbios personajes: Eugene Grindel (de la desapercibida y notable "No despertar al policía que duerme", 1988) y Mr. Klein ("El otro señor Klein", 1976).
Con 25 años, a este icono erótico del cine francés le sobró estilo y talento para llenar por sí solo la pantalla. Durante casi dos horas tiene que interpretar tres papeles: un Ripley sumiso, agradable y servil, al comienzo; un Ripley decidido, seductor, agobiado y ambicioso, cuando se desencadena la trama principal; y un Philippe Greenleaf a quien suplanta con increíble habilidad y tensión. Alain Delon supera con sobresaliente las tres pruebas.

Romy Schneider, novia de Alain Delon, tiene una aparición fugaz.

La novela arranca con el desesperado encargo que el millonario Herbert Greenleaf le hace a Tom Ripley en San Francisco: aunque es un amigo demasiado lejano de su incontrolado hijo Philippe, le pide viajar a Italia para contactar con él y obligarle a que vuelva a los Estados Unidos. La película, sin embargo, prescinde de esa innecesaria introducción: Tom se ha hecho amigo de Philippe (Maurice Ronet), que vive plácidamente en Mongibello (Italia), y la complicidad que existe entre ambos impide que se tome en serio el encargo del padre.
En este primer tramo de la película, la relación que mantienen es singular: Philippe, adinerado, juerguista y amante de los placeres de la vida, trata a su nuevo amigo con un calculado desprecio; le gusta como compinche y se divierte con él, pero sabe que Tom sólo aspira a conseguir los 5.000 dólares que le prometió su padre de recompensa si lo devolvía a casa. Por eso le mortifica de vez en cuando, trata de humillarlo y le convierte en su chico de los recados.
Pero en Tom Ripley no hay ni un atisbo de rebeldía. Él se encarga de las cartas, de llevar las maletas o de ir a comprar algún capricho. Y lo hace con entusiasmo, como si no se diera cuenta del trato vejatorio que está recibiendo. Da la impresión de que intenta hacerse imprescindible para ese "playboy" fútil y engreído. La denigrante situación afecta a la sensible novia de Philippe, Marge Duval (Marie Laforêt), que tiene que aguantar además el carácter irresponsable de éste.
Tom ha descubierto que quiere ser como Philippe: elegante, despreocupado, un "bon vivant" millonario. En una reveladora escena, se pone el traje de su amigo, se peina como él y besa el espejo al contemplar su nueva imagen. Cuando Philippe le descubre, se queda azorado y sin poder reaccionar. "Te estaba imitando", le tartamudea.
Pronto descubrirá también que el hijo de Herbert Greenleaf no tienen ninguna intención de regresar con su padre, lo que significa que se va a quedar sin cinco mil dólares. Pese a las promesas que le haya podido hacer, Tom entiende que formaba parte de un juego, del que Philippe parece estar ya cansado. Intuye que en cualquier momento le dirá que no le acoge más en su casa, que no tiene ganas de ser su amigo, que ya no le apetece mantenerle. "Unos tanto y otros tan poco", murmura resignado cuando le acompaña a sacar del banco una importante suma de dinero.
La situación se agrava durante un viaje de placer en velero. Tom acompaña a la pareja como si fuera un secretario personal o el siervo de su amigo. "Ni la cuarta parte de lo que te aguanta él soportaría yo", le recrimina Marge. "Quiero saber hasta dónde puede llegar. No lo compadezcas, sólo piensa en el dinero", objeta él.
Después de humillarle varias veces (le recuerda su humilde condición social e incluso le reprocha que no sepa utilizar los cubiertos para comer), Philippe le gasta una pesada broma al obligarle a salir del velero para que viaje en la barca que se ha soltado. Cuando la cuerda se rompe, se queda a la deriva y sufre una fuerte insolación. Su amigo ha ido demasiado lejos, pero Tom no parece tenerlo en cuenta. Más bien bromea con él sobre la súbita posibilidad de asesinarlo y quedarse con todos sus bienes, algo que Philippe considera un divertido juego.

Philippe, Marge y Tom, en el barco donde se desencadena la tragedia.

Es posible que en ese momento haya cambiado Tom Ripley sus objetivos. Ya no le interesan los cinco mil dólares de Herbert Greenleaf, sino la propia vida de su hijo. De noche, mientras la pareja duerme, ha colocado en el bolsillo de Philippe dos pendientes para hacerle creer a Marge que pertenecen a una de sus amantes. Tom consigue su propósito, porque desencadena una violenta situación y la ruptura de la pareja. La chica desembarca en un puerto y los dos hombres reanudan el crucero.
El juego sigue para Philippe, ansioso por reanudar esa morbosa conversación que han mantenido antes acerca de cómo Tom podría asesinarle y suplantar su personalidad. Cuando le confirma que se queda con Marge, que no tiene ninguna intención de marcharse a Estados Unidos, la mirada de Ripley parece condenarle. Philippe le propone pagarle 2.500 dólares si le gana al póker; intencionadamente hace trampa para perder, pero su compañero de viaje lo tiene muy claro: "Ni los cinco mil dólares me interesan ya, lo quiero todo", le dice poco antes de asesinarlo con un cuchillo.
Durante cinco largos minutos vivimos su angustia para mantener a flote el velero, cubrir al muerto con una lona, atarlo con el ancla para que se hunda, caer al mar por un golpe inesperado, volver a bordo milagrosamente y cortar el alambre que mantiene el cadáver de Philippe. Instintivamente, deseamos que Ripley salga airoso de la dramática situación.
Cuando vuelve solo a Mongibello se mete en una espiral de engaños de la que ya no podrá escapar. A Marge le hace creer que su novio se ha ido a Roma para olvidarla por una temporada y él sólo ha vuelto para llevarle su ropa y algunas pertenencias; en el banco inicia su proceso de suplantación de Philippe, para lo que necesita falsifica su pasaporte de forma minuciosa, imitar perfectamente su voz, con el fin de hacer creer que aún sigue vivo, y viajar constantemente de Roma a Mongibello para dejarse ver como Tom de vez en cuando. Como advierte Marge, ha cambiado mucho: su rostro es más duro y viste con mayor elegancia.
El juego tiene sus riegos: los oficinistas, botones o recepcionistas de hotel no le conocen, pero cuando tropieza con las amistades de Philippe tiene que esconderse súbitamente. Por eso decide abandonar el hotel donde se aloja bajo el nombre de Greenleaf y alquilar un lujoso apartamento en la capital. De nada le sirve porque le descubre Freddy Miles (Billy Kearns), un viejo amigo de Philippe que siente una abierta antipatía hacia Tom. Éste -muy elocuente su tic nervioso en el ojo derecho cuando le abre la puerta- acabará matándolo porque ha descubierto demasiado: comprueba que lleva las ropas y hasta el calzado de Philippe y, finalmente, que se hace pasar abiertamente por él.
El vertiginoso ritmo de tensión no parece tener fin. A René Clément no le importa detenerse varios minutos en la escena en que se deshace del cadáver de Freddy: Ripley le baja lenta y pesadamente por las escaleras; el esfuerzo es agotador; de repente, alguien sube y se le ocurre colocarle un cigarrillo para que parezca que el muerto está borracho. En la calle, ante la presencia de dos religiosos que pasan por la acera, le habla como si Freddy sufriera una cogorza tremenda. Finalmente, se libra del cadáver al arrojarlo por un barranco. "Ya está. El asesino será Philippe, nada tengo que ver yo con esto", murmura.
Ripley ha aprendido a conjugar ambas personalidades en una nueva. Y lo hace con soltura por estafetas, hoteles y oficinas bancarias, de donde saca todo el dinero de su amigo. Delante de la policía -que investiga ya la muerte de Freddy- es Tom, discreto y comedido, lo suficientemente hábil como para defender a Philippe frente a la sospecha de su culpabilidad; ante Marge sigue siendo el mismo, sólo que más elegante y decidido. Definitivamente, el Ripley servil no existe. Ahora es un tipo intuitivo, con la mente y los ojos bien abiertos. Consciente de que una policía de paisano escucha su conversación, le hace creer a Marge que su novio se esconde en Mongibello, lugar donde se va a desarrollar el desenlace de la trama que está tejiendo. Aunque tiene que escapar por la ventana antes de que lo atrapen, consigue preparar las pistas del supuesto suicidio de Philippe (incluso redacta un testamento a favor de Marge, para no levantar sospechas) y viajar rápidamente a Roma para que la policía le descubra durmiendo en una pensión.

Tom Ripley comienza a seducir a Marge.

Haciendo malabarismo y caminando por la cuerda floja, Tom ha conseguido milagrosamente lo que pretendía. Ahora sólo debe conquistar a Marge con un minucioso proceso de seducción para quedarse con todo, incluida la desolada novia. En sólo unos meses, Ripley se ha graduado en interpretación con matrícula de honor, por lo que no necesitará mucho tiempo para lograrlo. Es sumamente atractivo, sabe emplear en cada momento las palabras adecuadas y la besa en el instante preciso en que ella advierte que no quiere quedarse sola.
(Y si no has visto la película, mejor no leas esto)
Tom ha disipado todos sus temores. Ni siquiera la llegada del padre de Philippe a Mongibello le provoca inquietud. Herbert Greenleaf está en Italia para agilizar el testamento y vender el velero de su hijo. Ripley se queda en la playa esperando acontecimientos. Se encuentra extrañamente feliz, quizá como nunca en su vida. Sentado en una hamaca, junto a un bar pegado a la costa, solo tuerce el gesto ante el sol que le obliga a cerrar los ojos. Llama a la camarera.
- ¿Se encuentra bien?
- Sí, es sólo ese sol que molesta. Pero, aparte de eso, nunca me había encontrado mejor. Deme algo de beber.
- ¿Qué quiere?
- Lo mejor.
Una sonrisa de felicidad se adivina en su rostro mientras repite una y otra vez esas últimas palabras. Tom aspiraba a tener lo mejor desde el principio y cree haber llegado al final del camino. En el puerto, Marge, el padre de Philippe, un empleado del banco y operarios de puerto observan cómo atraca el velero, ya en venta. Un alambre sale de las aguas del mar y la chica lanza un grito de terror cuando observa que el extremo lleva atado un cadáver envuelto en una lona; su brazo izquierdo, casi esquelético, asoma con espantosa rigidez. Poco después, la policía llega a la playa donde un confiado Tom sigue sonriendo de felicidad.

La película
- 1960 fue el año de consagración de Alain Delon: además de su soberbia actuación en esta película, cautivó a medio mundo gracias a su papel de Rocco Parondi en "Rocco y sus hermanos", de Luchino Visconti.
- La actriz austriaca Romy Schneider tiene un breve papel en la película, pese a que ya arrastraba una gran fama internacional por haber protagonizado la serie de Sissi. Romy y Alain Delon eran novios por esa época, hasta que el actor francés rompió con ella, de manera traumática, años más tarde.
- Anthony Minghella filmó en 1999 el remake de "A pleno sol" y utilizó el título original de la novela de Patricia Highsmith, "El talento de Mr. Ripley", con Matt Damon como el protagonista.
- Barry Pepper ("El regreso de Mr. Ripley", 2005), John Malkovich ("El juego de Ripley", 2002) y Dennis Hooper ("El amigo americano", 1977) también encarnaron a este personaje para el cine.
- Highsmith declaró sentirse encantada con la película y con Alain Delon en el papel de Ripley, pero lamentó que hubieran cambiado el final de la novela por plegarse a la moralidad; es decir, que Tom es castigado por sus actos, pese a que en su obra literaria sale perfectamente indemne.
- Nino Rota firmó una espléndida banda sonora, mientras que el propio director, René Clément, se encargó del guión junto a Paul Gégauff.




3 comentarios:

  1. Extraordinario recorrido, compa Kaplan (como de costumbre, vaya...). No he visto el film de Clement -pese a que, curiosamente, es una opción bastante frecuente en canales temáticos de cine-, y la verdad es que le tengo muchas ganas (algo que tu reseña ha hecho que aumenten considerablemente...); sí que ví, en su momento, la version de Minghella, que me gustó muchísimo, sobre todo por la química que surgía entre el trío protagónico (Jude Law, Cate Blanchett y Matt Damon) y por lo maravilloso de la ambientación. A ver cuándo hay ocasión (y ya contaremos).

    Un fuerte abrazo y seguimos trasteando.

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  2. Hola Manuel: A mí también me gustó mucho la película de Minghella y esa química entre los tres (Jude Law y Damon están geniales). Además es más fiel al libro que ésta, la verdad... Ah, pero Alain Delon es mucho actor.
    Un fuerte abrazo, te sigo leyendo.

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