viernes, 10 de diciembre de 2010

James Bond

(Sean Connery, "Goldfinger")

Bond, con una copa del mejor coñac en sus manos.

- ¿Por qué lleva siempre pistola?
- Tengo un ligero complejo de inferioridad.

Se suele considerar a "James Bond contra Goldfinger" ("Goldfinger", 1964) como la mejor película de la inagotable saga del agente 007. "Bondólogos", críticos de cine e incluso diseccionadores escépticos del personaje coinciden en señalar este film como el más completo y de mayor calidad de los 22 oficiales ("Nunca digas nunca jamás", de 1983, surgió al margen de la productora) que se han realizado hasta 2008. Incluso el público de la época recibió "Goldfinger" con un entusiasmo ilimitado, sin precedentes ni comparación posible con otras entregas posteriores.
Aunque me he acostumbrado a tratar las películas de James Bond como un todo inseparable (hay escenas, diálogos, artilugios y personajes muy brillantes en cada una de ellas), reconozco que, si tuviera que elegir una, sería ésta, entre otras razones porque marca el patrón de estilo para casi todas las demás, un molde que, por reiterativo que resulte, siempre nos ha fascinado a la mayoría de incondicionales de 007.
En "Goldfinger" por fin adquiere más protagonismo el personaje de Q (Desmond Llewelyn), con declarada antipatía hacia el héroe; la escena de coqueteo entre Bond (Sean Connery) y Monypenny (Lois Maxwell) alcanza entidad propia y será un sello más para las escenas iniciales de las siguientes aventuras; se introduce el afortunado "teaser" (secuencia inicial diferente a la trama principal) que abrirá las posteriores películas; el jefe M (Bernard Lee) marca perfectamente su autoridad y posee sus propios latiguillos ("Preste atención, 007"); y, para no extenderme demasiado, los títulos de crédito de Maurice Binder y la canción que los acompaña (en este caso, de Shirley Bassey, que logró un extraordinario éxito) se convierten en elementos indispensables para la serie.
También el agente 007 está perfectamente definido: muestra ya el cinismo y el peculiar sentido del humor que -al menos hasta la irrupción de Daniel Craig- va a caracterizar a las demás entregas; es más humano, menos grave y tenso, ya no mata a sangre fría y, aunque le afectan las cuestiones personales, antepone siempre el sentido del deber; demuestra ser "excepcionalmente culto" (como le definirá un personaje de "Sólo se vive dos veces", 1967) ya sea para hablar de vinos, de geografía o de oro; es elegante, sibarita, sensual, machista como siempre, afortunado, cortés y refinado, experto en artes marciales, en armas, en vehículos, en el dominio de cualquier tecnología avanzada, en el arte de la seducción... aunque quizá flojea un poco en música: para él, beber un Dom Perignon del 53 a más de 4 grados de temperatura es un crimen tan grande como "escuchar a los Beatles sin taparse los oídos".
Otro de los grandes méritos de la película es la poderosa personalidad que poseen el villano y su principal esbirro. Auric Goldfinger (Gert Fröbe) es uno de los mejores 'malos' de la saga, a la altura de Francisco Scaramanga (Christopher Lee, "El hombre de la pistola de oro", 1974), al que considero el más logrado. Y Oddjob (Harold Sakata) compone, con su mortífero sombrero, su helada sonrisa y sin necesidad de hablar, uno de los secuaces más impactantes de la serie.

James Bond, elegante en cualquier situación.

Pero vayamos con James Bond. Connery le aporta en esta película una apariencia de simpático vividor, más sociable y cordial que en las dos anteriores películas, y con un aire divertido y despreocupado que ya se perfilaba en "Desde Rusia con amor". En el episodio de presentación, que transcurre en México, se quita el traje de buzo y aparece vestido con un impecable esmoquin blanco; cuando estalla la bomba que ha colocado para destrozar depósitos de heroína, mira con cara angelical como si no supiera de qué va el asunto; antes de viajar a Miami se entretiene con una bailarina en su camerino, donde le espera un matón que acaba electrocutado en la bañera. "Chocante. Realmente chocante". Es la primera coletilla de humor que los siguientes Bond aplicarán con frecuencia (sobre todo Roger Moore), cuando liquiden a los malos.
Bond debe vigilar a un orondo traficante de oro y joyero de prestigioso, a quien le gusta hacer trampas jugando a las cartas, llamado Goldfinger. 007 no puede resistir la tentación de desmontarle el tinglado que le ha preparado a un incauto. Pero las consecuencias serán terribles para la joven Jill Masterson (Shirley Eaton), que le ha ayudado: aparece muerta en la cama por asfixia cutánea, ya que su cuerpo ha sido cubierto con un baño de oro.

James examina el cadáver de Jill Masterson.

James Bond es un profesional y aparcará sus tímidos deseos de venganza. De regreso a Europa se cita con el villano en un campo de golf y demostrará su gran facilidad para desquiciar a cualquier enemigo. Es una de las características novedosas del personaje, que no se toma en serio ni a sí mismo excepto en los momentos de alta tensión. "Cuide su próximo chiste, señor Bond, puede ser el último", le advertirá Goldfinger. La táctica que emplea, por ejemplo, para escapar del calabozo es muy significativa: se asoma a la ventanilla de la celda y sonríe con ánimo de coquetear con su sorprendido guardían; se aleja y vuelve a acercarse, esta vez con una pícara mirada que confunde al carcelero; finalmente, se agacha y desaparece de la vista del esbirro, quien acabará abriendo la puerta.
Pese a ser un hombre de acción, Bond se relaja como nunca en esta película. Durante buena parte de la trama, el agente 007 es prisionero de Goldfinger, bien vigilado por la bellísima e impactante Pussy Galore (Honor Blackman), que deja más o menos claras sus preferencias sexuales con insinuaciones sobre su lesbianismo. "No malgaste su atractivo, soy inmune", le advierte nada más conocerse.
No obstante, pese a esta aparente pasividad del personaje, el film contiene algunas de las escenas más inolvidables de la serie: además de la archifamosa muerte de Jill Masterson, cubierta de oro, o el original método de asesinato de uno de los financieros invitados por el villano (aplastado en un vehículo que acaba reducido a chatarra), el momento de mayor tensión sucede en un almacén de mercancías propiedad de Goldfinger. Bond está atado sobre una tabla y un rayo láser comienza a cortar lentamente la madera, con el propósito de partir en dos al héroe.

- "¿Espera usted que hable?
- ¡No, señor Bond! Espero que muera

Bond sobrevive justo a tiempo y será testigo de los planes criminales de su anfitrión, que pretender asaltar Fort Knox, el más importante banco de oro del mundo. Siguiendo el esquema clásico de la saga, tendrá que eliminar primero al esbirro principal, a Oddjob, que morirá electrocutado al intentar recoger su mortífero sombrero. El enfrentamiento con el malo principal será la sorpresa final de la película, como ya ocurrió en "Desde Rusia con amor" y como sucederá en muchos de los siguientes filmes.

Oddjob y Goldfinger, dos soberbios malvados.

James Bond no salva al mundo. Ni siquiera es el artífice de que Fort Knox se libre de volar por los aires, ya que será un experto en bombas explosivas quien detenga el mecanismo justo cuando faltan 007 segundos para el fatal desenlace. Pero es más humano que en otras películas y, por si fuera poco, vencerá la resistencia de Pussy Galore. Ya sólo por esto es un héroe este Bond.

La película
- En 1964, Sean Connery se tomó muy en serio el papel de 007 y transmitió a los productores Albert R. Broccoli y Harry Saltzman que estaba en plena forma para acometer la tercera película de la saga, tras haber vacilado un poco al pretender desligarse del personaje para dedicarse a otros proyectos cinematográficos. El suculento sueldo que le ofrecieron y la posibilidad de rodar a la vez "Marnie", de Alfred Hitchcock le convencieron para seguir en la piel de Bond.
- La película constituyó un rotundo éxito de público y se convirtió no sólo en una de las más taquilleras de 1964 sino en un fenómeno del merchandising. Una de las grandes sensaciones fue el Aston Martin DB5, que se convirtió en el coche de moda para la alta sociedad de la época.
- Guy Hamilton sustituyó a Terence Young en la dirección debido al elevado sueldo que pidió éste a los productores por dirigir de nuevo a Bond. Young volvería tras las cámaras en "Operación Trueno", mientras que Hamilton se encargó de tres películas más de la serie.
    
La inolvidable Pussy Galore.
- Gert Fröbe fue elegido para el papel de Goldfinger debido a su gran actuación en la película de Ladislao Vajda "El cebo", que impresionó a Hamilton y a los productores. Lo único malo es que no tenía ni idea de inglés y tuvieron que doblarle su voz.
- Harold Sakata era un luchador hawaiano que había sido medallista olímpico en 1948. Pese a la brutalidad de su personaje, se trataba de un tipo cordial y encantador. Como desconocía los trucos habituales en el cine, Sean Connery sufrió un fuerte golpe en la nuca durante la escena en que le asalta en la habitación del hotel.
- La elección de Honor Blackman para el papel de Pussy Galore fue decisión de Guy Hamilton. Había triunfado en la serie televisiva "Los vengadores" y existían dudas debido a su excesiva edad para el papel (37 años), pero hoy en día es una de las "chicas Bond" más memorables.
- La célebre escena del rayo láser no tenía truco, el haz de luz dorado cortaba realmente la tabla sobre la que reposaba Connery. Los técnicos habían dispuesto un mecanismo para que se detuviera en el momento preciso y el actor sufrió realmente la alta tensión de ese momento.
- El escritor Ian Fleming, creador de las novelas de James Bond, visitó el rodaje de la película pero no pudo verla, ya que falleció meses después, en agosto de 1964.
- Shirley Eaton conquistó la fama pese a su breve aparición en pantalla. Pero para el público y los medios de comunicación fue una revelación contemplar su figura bañada en oro. Durante el rodaje de la escena, un médico estuvo constantemente a su lado porque existía riesgo real de asfixia cutánea.



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