miércoles, 1 de diciembre de 2010

François Pignon

(Jacques Villeret, La cena de los idiotas)

François Pignon, en plena acción.

“La cena de los idiotas” (“Le diner de cons”) es ya un clásico de la comedia teatral, pese a que surgió en 1996, poco antes de su adaptación al cine. La obra de Francis Veber (su creador absoluto) es tan universal que puede estar representándose hoy mismo en cualquier escenario del mundo; los diálogos ya garantizan de por sí la mitad del éxito, y si los directores tienen la fortuna de encontrar a un François Pignon adecuado, entonces las risas y los aplausos estarán asegurados.
Jacques Villeret fue el Pignon original, el de la escena y la pantalla, el que aportó los gestos, la mirada, los tonos de voz y el toque inconfundible, el que modeló al personaje para que la obra se convirtiera en el paradigma de comedia moderna, divertida, desternillante.
La película, realizada en 1998, constituyó un éxito rotundo de crítica y público, una feliz coincidencia que sólo obras tan audaces e innovadoras como “La vida de Brian” (1979, Terry Jones) o “La extraña pareja” (1968, Gene Saks), entre otras, habían alcanzado antes. Además del guión, el milagro de esta película francesa es un personaje de una bondad abrumadora y de una estupidez sin límites. Pignon nos cautiva porque es como un libro abierto, no tiene malicia ni prejuicios. Es un idiota maravilloso.
En su primera escena, cuando sube a bordo del TGV, una lámina de la Torre Eiffel que ha construido en miniatura con miles de cerillas se le cae del maletín y él aprovecha la circunstancia para mostrársela disimuladamente, con orgullo infantil, al pasajero de al lado, un tal Cordier. Casualmente, éste es amigo del editor Pierre Brochant (Thierry Lhermitte), un triunfador social, egoísta y soberbio, que se divierte participando con sus amigos en un juego un tanto cruel: todos los miércoles tienen que invitar a cenar a idiotas para burlarse de ellos.

- Pierre, ¡lo tengo!
- Dime, ¿cómo es?
- Un campeón del mundo.
Hay idiotas entrañables como Pignon, eruditos como Tanner (el chiflado de los boomerangs) o cretinos como Lucien Cheval (Daniel Prévost), un duro inspector de Hacienda y compañero del protagonista. Pero la película nos enseña que el límite es incierto y que cualquiera puede caer en la memez si se descuida. Como Pierre Brochant, por ejemplo, que será víctima de su propio juego. Cuando François llega a su casa para ir juntos a la cena, Pierre está en el sofá, aquejado de lumbalgia, y no puede valerse por sí mismo. A lo largo de la película permitirá que las llamadas telefónicas, todas de gran importancia para el propósito de reconciliarse con su esposa, caigan en manos de su singular invitado.

Pignon, herido en su orgullo, pero dispuesto a quedarse.

A Pierre sólo le interesa Pignon para presentarlo en la cena como el campeón indiscutible del juego. Le adula para burlarse aún más de él, le engaña con la propuesta de editar en un libro sus láminas de maquetas de cerillas y hasta elogia su infantil contestador automático. Sólo le importa presumir de haber encontrado al mejor idiota del mundo. Cuando François le cuenta que su mujer le abandonó por un zoquete, pone gran interés: podría servirle para otra futura cena.

- ¿Más zoquete que...? Desde luego, usted es inteligente, pero ¿comparado con usted?
- Oiga, no me gusta ser grosero, pero en su caso la palabra es idiota.


La sinceridad de Pignon resulta conmovedora frente a la hipocresía de su anfitrión. Está realmente apenado por su estado físico y no le importa abrirle su corazón, contarle que su esposa le abandonó o revelarle que su interés por invitarle a cenar y editar un libro sobre sus maquetas le ha cambiado por completo la vida.
La idiotez de François Pignon se basa en unas características esenciales:
a) Es corto de mente: no entiende, por ejemplo, que una persona pueda llamarse de nombre Juste (Solo, en versión doblada).
b) Es espontáneo: suelta las cosas como le vienen a la cabeza (a la amante de Pierre la tilda de loca y de ninfómana en su presencia).
c) Es torpe físicamente: intenta ayudar a Pierre, pero acaba aplastándolo y agravando su estado.
d) Mete la pata sin descanso: a la esposa de su anfitrión la trata como si fuera su amante y viceversa.
e) Se despista con facilidad: a Juste Leblanc (Francis Huster) le llama para saber si la esposa de Pierre está con él, pero acaba celebrando que le ha comprado los derechos de su novela.
d) Le divierte la simpleza: se ríe con las situaciones más elementales, ya sea una confusión de nombres o un chiste malo.
e) Es plomizo: Pierre le echa de casa varias veces, pero él nunca se va. Es capaz de hablar de sus maquetas hechas con cerillas durante horas.
f) Es como un niño: no tiene malicia, es curioso, tierno y disfruta cuando recurren a él continuamente para que llame por teléfono, como si fuera un juego.

 François Pignon tampoco es rencoroso. Le duele que Pierre cambie súbitamente de humor, que se indigne y que le eche de su casa (lo hará varias veces), pero más tristeza le produce la llamada de Christine (Alexandra Vandernoot), esposa de Brochant, que anuncia en el contestador automático su decisión de abandonarle.
El grave error de Pierre es hacerle caso y permitir que su orondo visitante sea quien le llame. La sucesión de desastres empieza ahí: Pignon se equivoca de teléfono y le cuenta todo lo que está ocurriendo a Marléne Sasseur (Catherine Frot), la amante, convencido de que se trata de la hermana de su anfitrión (confunde el apellido Sasseur con soeur, hermana en francés). Cuando trata de arreglarlo aún meterá la pata hasta el fondo, pero Pignon siempre se queda en ese apartamento, por muy indignado e insultante que se muestre Pierre.
La divertidísima escena de la llamada a Leblanc (amigo de Pierre y antiguo novio de Christine) es soberbia; en apenas cinco minutos el actor Jacques Villeret nos ofrece la esencia pura del personaje. Para empezar, Brochant quiere asegurarse muy bien de que su invitado ha entendido cuál es el propósito de la llamada, averiguar si Leblanc está con su esposa:

- Señor Pignon, ¿si le digo exactamente lo que tiene que decirle, cree que podrá hacerlo?
- En algunos momentos tengo la impresión de que me toma por un idiota. ¡Pues claro que puedo hacerlo!

Pierre le pide que se haga pasar por un productor de cine belga que quiere comprarle los derechos de una novela suya. Pignon no entiende nada, se pregunta para qué quiere comprar los derechos si la novela es mala, y se queda extrañadísimo de que se llama Juste Leblanc (Solo Leblanc en castellano).
- Tenga, ya suena.
- ¿Hago acento belga?
- ¡No!

Brochant, aterrado ante la actuación de Pignon.

Pero es inútil, Pignon tiene ideas propias y decide poner un exagerado acento belga. Tras una elaborada interpretación, cuelga sin saber si la esposa está con él… pero ha conseguir comprar los derechos de la novela. “¡Los derechos son nuestros!”, canturrea feliz ante el pasmo de Brochant. Cuando vuelve a llamar a Leblanc, éste le pide que le dé su teléfono… Y Pignon, por supuesto, le da el número de Pierre, que no puede dar crédito a lo que está pasando.

- ¿Usted nunca descansa, verdad?

- Disculpe, pero me he perdido.
- Un gran campeón, puede que sea el campeón mundial...


François Pignon no descansa, desde luego, Llega la esposa, posiblemente dispuesta a escuchar a su marido, pero él la confunde con la amante y decide actuar por su cuenta, con la psicología que él considera adecuada en estos casos. Le miente para quitársela de encima a Pierre, y la frase que le suelta no tiene desperdicio: “Me gustaría darle un consejo de amigo, Marlène. Paciencia, compórtese como la mujer sensual y divertida que debe ser. Sea toda ‘ligueros y champán’, siga viéndole tres o cuatro veces por semana, como antes. Distráigale y espere su turno”.
Cuando llega al apartamento la verdadera Marlène, la situación es grotesca, pero él aún la empeora todavía más al justificarse: “Creí que era la otra, la ninfómana”, explica delante de ella. Leblanc, que ha decidido acudir a casa de su amigo, no puede evitar partirse de risa continuamente ante el tremendo desaguisado que ha montado ese hombrecillo en poco rato.

Leblanc y Brochant, asombrados.

Pero, por muy mal que esté la situación para Pierre Brochant, el idiota siempre está ahí, dispuesto a enredar más la situación. Cuando los dos amigos sospechan que Christine ha podido caer en brazos de una especie de obseso sexual (Pascal Meneaux), Pignon se hace el interesante: su amigo Lucien Cheval sabe dónde vive ese tipo. El problema es que Cheval es un sagaz inspector de Hacienda y el piso de Pierre es una lujosa mansión. Aunque ocultan deprisa todos los objetos de valor y las obras de arte, será Pignon quien conducirá a Cheval por equivocación hasta la habitación donde los han dejado amontonados.

- El idiota se va pero antes quiere una respuesta: ¿Me invitó a una cena de idiotas, señor Brochant?

- Sólo puedo decirle que en una sola noche se ha vengado por todos los idiotas invitados a todas las cenas de idiotas a lo largo de todos los tiempos.

François se entera por fin de las verdaderas intenciones de Brochant al invitarle. Se siente humillado y frustrado, pero decide actuar con absoluta generosidad: Pierre se acaba de enterar de que su mujer ha tenido un accidente y se encuentra en un hospital; cuando ve que su anfitrión está mezclando pastillas con alcohol, tiene un arranque de lucidez, vuelve a coger el teléfono, se hace pasar por doctor y habla con la esposa para aclararlo todo definitivamente. La conversación es tan sincera y sentida que Christine le cree y Pierre se queda admirado. “Estoy preocupado por él, porque sé que las personas pueden morirse de amor”.

Estamos ante una comedia, no ante un drama romántico, y el desenlace no puede defraudar. Pignon aún se reserva un último toque. Es un bonachón, un tipo maravilloso, sincero y entrañable. Pero no nos engañemos, es un idiota. Adorable, pero idiota al fin.

Villeret, con su Cesar.
La película
- Francis Veber dirigió y escribió este film tras comprobar el tremendo éxito que la obra teatral había logrado apenas dos años atrás. La idea se le ocurrió cuando se enteró de que gente adinerada y sin muchos escrúpulos organizaba este tipo de cenas para divertirse.
- François Pignon es el nombre fetiche que Veber utiliza para muchos de sus personajes protagonistas. Lo han interpretado los actores Patrick Timsit, Gad Elmaleh, Daniel Auteuil, Pierre Richard y Jacques Brel en diferentes películas y caracterizaciones, no necesariamente de idiota. Su antecedente en otras películas escritas o dirigidas por Veber era “François Perrin”.
- Además de las numerosas adaptaciones teatrales de la obra en todo el mundo, en 2010 se estrenó un remake al estilo Hollywood, dirigido por Jay Roach. Steve Carell interpretó el papel de Pignon, pero con el nombre de Barry.
- En el año 2001, los directores Thibault Carterot y Nicolas De La Mothe realizaron un documental titulado “La saga Pignon”, un recorrido por la historia de este peculiar personaje. Participaron, además de Veber, los actores principales de “La cena de los idiotas”, además de otros grandes intérpretes del cine francés.

- Jacques Villeret recibió el Cesar (equivalente francés del Premio Oscar) al mejor actor en 1998 por su interpretación en esta película, que está entre las más taquilleras francesas de todos los tiempos.

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