lunes, 29 de noviembre de 2010

Charlotte "Charlie" Newton

(Teresa Wright, "La sombra de una duda")

"Charlie" y su sombra, en una impactante imagen de la película.

Una chica vitalista y adorable, que vive con su familia en un idílico pueblo de California, siente auténtica devoción por su tío, a quien no ve desde hace mucho tiempo. Cuando descubre que en realidad se trata de un asesino de viudas, su percepción de la vida sufrirá un durísimo golpe.
La idea argumental de "La sombra de una duda" ("Shadow of a doubt", 1943) es tan atractiva que ya tiene medio atrapado al espectador, sea amante o no de la intriga y del suspense. Si además la desarrolla un maestro como Alfred Hitchcock y la interpretan excelentes actores, entonces nos hallamos ante una gran obra cinematográfica.
Siento una debilidad especial por Teresa Wright, cuya trayectoria profesional me resulta incomprensible: en sus tres primeras películas recibió tres nominaciones al Oscar (ganó el de mejor actriz de reparto por "La señora Miniver"), salió encumbrada tras su experiencia en "La sombra de una duda"  y demostró sus dotes en otras dos excelentes películas, "Los mejores años de nuestras vidas" y "Perseguido". Y de repente, papeles de escasa relevancia, directores de menor prestigio, la televisión y el olvido.
La razón más extendida de este declive, además de su segundo matrimonio, fue su negativa a promocionar "Enchantment" (1948) con el argumento de que ella era actriz y no un florero. El caso es que Samuel Goldwyn, el mismo hombre que la descubrió para el cine, se tomó muy mal esa rebelion y provocó su estancamiento y su posterior marginación. Al menos, de ella nos quedan personajes tan sobresalientes como el de Charlotte Newton, llamada "Charlie" en honor a su tío, Charlie Oakley (Joseph Cotten).
Entre tío y sobrina existe una oculta conexión espiritual que se establece desde el inicio de la película. Ambos aparecen tumbados sobre una cama, meditando sobre el futuro: él, en una pensión de Nueva York; ella, en la casa familiar de Santa Rosa, en California, a miles de kilómetros de distancia. Los dos necesitan un aliciente que cambie sus vidas y cada uno piensa en el otro para que se produzca. Cuando ella decide mandarle un telegrama, en la oficina de telégrafos ya ha llegado uno remitido por su tío, en el que anuncia su inminente visita.
- ¿Sabe lo que es la telepatía, señora Henderson?
- Bueno, debería saberlo, ese es mi trabajo.
- Oh, no es telegrafía, sino telepatía mental.
"Charlie" idolatra a su tío porque éste representa lo que a ella le falta: emoción, viajes, lujo, independencia y una vida algo más aventurera que la que tiene en su ciudad. Seguramente, esa imagen se ha avivado gracias al cariño que su madre Emma (Patricia Collinge) ha sentido por su hermano pequeño de manera permanente. Ambas desconocen, por supuesto, que la persona a la que idealizan no existe: Charlie Oakley es un hombre que odia al mundo entero, porque el mundo entero es un infierno para él. Más allá de su familia no hay nada que le inspire ternura, afecto o simpatía. Siente un gran desprecio hacia los demás, sobre todo hacia las mujeres de vida ociosa. La explicación sobre el origen de su conducta es un tanto simple y nos lo ofrece su hermana Emma: de pequeño sufrió un grave accidente que le afectó al cerebro.
La personalidad de su sobrina es radicalmente diferente. "Charlie" es una joven desenfadada, risueña, atenta, inteligente, inconformista y muy responsable. Se diría que es el cabeza de familia para muchas situaciones. Con sus padres mantiene una relación tan estrecha que a veces ella misma parece la madre de ambos. En la escena en que aparece por primera vez en pantalla, tumbada en la cama y pensativa, le reprocha a su padre, Joseph Newton (Henry Travers), que su vida sea rutinaria y casi vacía. "Dormimos y comemos, nada más". Joseph ni siquiera se ofende, porque sabe que es un arrebato juvenil y que su hija siempre da mucho más de lo que pide.

"Charlie", deprimida por la rutinaria vida familiar, con su padre.

A pesar de ese conato de rebeldía, ella se siente muy a gusto en ese mundo de equilibrio y armonía que es Santa Rosa. Y conforme vaya descubriendo la verdad sobre su tío, se aferrará a todos esos valores tradicionales que transmite la acogedora y pacífica ciudad. Por ejemplo, en la escena del banco, donde trabaja Joseph de empleado, ella se siente un tanto escandalizada y molesta por la actitud cínica y burlona de su tío hacia su padre delante de todos: "Hola, Joe, ¿puedes dejar de malversar dinero durante un minuto y prestarme atención?".
La aparición de su tío en la estación de Santa Rosa constituye un momento único, el estado de felicidad absoluta. Ella parece vivir en un sueño del que no quiere despertar. No desea ni el regalo de rigor que ha traído para cada uno de la familia, porque su presencia es la única recompensa que esperaba. No obstante, el anillo que le obsequia será la primera sombra de esa duda que irá creciendo en su interior: la sortija lleva inscrita una dedicatoria y él se pone nervioso al comprobar que no ató todos los cabos de su último crimen.
Hitchcock crea una atmósfera de tensión tan perfecta que no nos damos cuenta de lo inverosímil que resulta el torpe empeño de Charlie Oakley para tratar de ocultar los indicios sobre su siniestro pasado. Durante la comida, "Charlie" tararea los compases de la opereta "La viuda alegre" y él derrama un vaso sobre la mesa para interrumpirla; cuando descubre en el periódico la noticia sobre el asesino de viudas (el plano es genial, él oculto tras el diario y una bocanada de humo de su cigarro que sale tras las páginas), se inventa un juego con su sobrina pequeña, Ann (Edna May Wonacott), para recortar con disimulo lo que desea ocultar. Realmente es absurdo actuar así, porque su familia ni va a reparar en ese suceso ni lo relacionará con él. Además, sólo consigue que la protagonista comience entonces a sospechar. Su comportamiento, desde luego, es inverosímil... pero ¿a quién le importa la verosimilitud en las películas de Hitchcock?
"No somos sólo un tío y una sobrina. Es otra cosa. Te conozco. Sé que no dices a la gente un montón de cosas. Yo tampoco. Siento que dentro de ti hay algo que nadie conoce ... algo secreto y maravilloso. Y lo voy a averiguar" 
Entre "Charlie" y Charlie existe una compleja relación psicológica que se irá retorciendo conforme ella empiece a descubrir la cara criminal de su tío. Cuando Jack Graham (Mcdonald Carey) -uno de los detectives que ha seguido los pasos de Oakley- le revela las graves sospechas sobre su culpabilidad en el asesinato de varias viudas, ella decide comprobar ese recorte del periódico. Al salir de la biblioteca, su mundo perfecto se ha desmoronado por completo. Hitchcock nos la muestra de espaldas y con la cámara ascendiendo con una grúa para acentuar el trágico descubrimiento.

Dos momentos opuestos en la relación entre tío y sobrina.

La actriz da un giro notable a su interpretación a partir de ese instante. La hemos visto reír con una alegría desbordante y juvenil, pero cuando sale de la biblioteca es como si hubiera alcanzado de golpe la madurez; su rostro es grave y extrañamente adulto y posee un halo trágico que le va a acompañar hasta el final. Su angustia es doble: por un lado, el tío es un asesino pero no puede revelarlo porque sería un golpe muy duro para su madre y un foco de habladurías malintencionadas en la ciudad; pero, además, lamenta que esa conexión mágica entre tío y sobrina se haya roto por completo. Todo lo que ha sentido durante años era una mentira. 
"Charlie" procura evitar a ese hombre, ahora extraño y maléfico. Al día siguente, durante la cena, le lanza dos comentarios intencionados que él capta enseguida, aunque no le impide ofrecer su impresión sobre esas viudas parásitas de la sociedad que no saben otra cosa que malgastar el dinero de sus esposos.

"Los maridos mueren y dejan su dinero a sus tontas esposas. ¿Y qué hacen esas estúpidas mujeres? Las vemos en los hoteles, en los mejores hoteles, por miles, bebiendo el dinero, comiendo el dinero, perdiendo el dinero en el juego..."


La escena es magnífica, y todavía más con el angustioso grito de "Charlie": "¡Pero son seres humanos!". Su tío la mira con desdén y la respuesta le encoge el corazón; "¿De veras, Charlie?". Hitchcock encadena dos grandes escenas: cuando el vecino Herbert (Hume Cronyn) llega como siempre para hablar con Joseph sobre su pasión por los crímenes, ella estalla de rabia, les reprocha a ambos que no sepan hablar de otra cosa y se marcha de casa; su tío la persigue, dispuesto a aclarar lo que está ocurriendo, y en un bar se descubre finalmente cómo es, un ser amargado, que odia a todo el mundo.


Cuando Tío Charlie se quita la máscara.

"Charlie" atraviesa por una fase de incertidumbre que resuelve con enorme entereza. Sabe que no puede revelar a nadie el secreto, ni mucho menos a Jack, el detective que se ha enamorado de ella. Por si fuera poco, la única prueba que tenía, el anillo, se lo ha devuelto a su tío. Vive una situación irreal y asfixiante que se tornará muy peligrosa cuando sufra una caída por las escaleras exteriores de la casa; está plenamente convencida de que quiere eliminarla. "Vete de aquí, te lo advierto, o yo misma te mataré. Eso es lo que ahora siento por ti", le aclara.
Una inesperada noticia cambiará la situación: la policía ha cerrado el caso del asesino de viudas cuando otro sospechoso muere durante una persecución. Charlie Oakley se siente eufórico, ya no tiene intención de marcharse, como le había prometido a su sobrina. Pero ella ha conseguido recuperar el anillo y, tras un segundo "accidente", se lo muestra en silencio como seria advertencia. Ahora no le queda más remedio que marcharse. Obligada a despedirse de su tío en el tren, el desenlace será coherente y liberador.

 Hitchcock sentía predilección por "La sombra de una duda", la consideraba su mejor película. En parte porque había varias referencias personales: el retrato de su niñez es parecido al de la infancia de Charlie Oakley y algunas de las actitudes de Emma corresponden, en realidad, a las de la madre del director, que falleció precisamente en 1943.
Aunque Thornton Wilder aparece como guionista de la película, en realidad sus aportaciones se limitan al tono literario del argumento, escrito por Gordon McDonnell, y a una excelente descripción de la vida en Santa Rosa, ya que dejó inacabado el guión. Wilder fue llamado a filas y participó en la Segunda Guerra Mundial hasta el final, pero su amigo Hitchcock le acreditó como uno de los guionistas, junto con Alma Reville, esposa del director, y Sally Benson.



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